El Don de la Vida… Un motivo para celebrar

Dra. Raquel Bolton

Estamos inmersos en una cultura, donde las esclavitudes humanas nos muestran un mundo individualista, que privilegia la búsqueda imperiosa del placer para evadirse ante una dificultad o un sufrimiento. Cuando la vida humana se ve amenazada, el llamado a custodiarla es urgente, acercarnos a la realidad para poder transformarla e iluminarla es nuestro desafío.

La persona humana se realiza en las relaciones interpersonales, cuanto más intensas son esas relaciones, más auténtica es la identidad que se gesta en cada vida, es por esta razón que es urgente la necesidad de contar con espacios a favor de la vida y poder así, contribuir a una renovación de la sociedad para lograr la edificación del bien común.

Profundizar en el don de la vida, nos lleva a contemplar la verdadera plenitud del hombre, a través de una auténtica donación vivida desde la totalidad de la persona; ser varón y mujer desde el reconocimiento específico de los gametos de los padres, implica vivir la complementariedad desde lo diferente.

Hay un modo de ser y de pensar femenino y masculino, siendo diferentes requieren la necesidad del complemento para vivir una existencia en comunión, desde la donación unitiva y generadora que hace explícito el aspecto esencial de la sexualidad vivida en plenitud. Cuando ambos responden afirmativamente a la capacidad de entrega y amor, se transforman en signo sensible y eficaz de Dios, dando paso a un motivo para celebrar la vida.

La persona está revestida de una dignidad humana que le es propia, que le confiere la misión de custodiar la creación, a través de las potencias espirituales con las cuales está dotada: la inteligencia creativa y la voluntad que conlleva al uso de una libertad responsable.

Todo ser está llamado a descubrir el valor sagrado de la vida y esta expresión de amor y verdad es para todos, creyentes y no creyentes, gracias a la ley natural escrita en la profundidad del corazón de cada hombre. Dios ha decidido llamarnos a la vida, darnos una individualidad autorrealizable en sí misma, que muestra el valor sagrado dado por Él, le corresponde entonces al hombre custodiar y promover el don recibido.

Una sociedad individualista y pragmática que se contradice entre lo que dice y lo que hace, concibe a la vida humana como un objeto donde es lícita cualquier intervención, en su gestación para silenciarla o en la etapa terminal para eliminar todo tipo de dolor.

La asistencia sanitaria no puede perder de vista, la integración de las dimensiones corporal y espiritual, en las distintas etapas de la vida, ya que la persona humana es una unidad caracterizada por la sustancialidad, individualidad y racionalidad que la hacen única e irrepetible.

Desde la fecundación toda vida humana posee un programa genético completo e individualizado, con una dignidad humana, dada por el vínculo con Dios, en cuanto persona humana tiene derecho a la vida y más aún, ésta debe ser protegida y tutelada por la mujer que la lleva en su seno.

La enfermedad, no puede llegar a determinar una diferente condición ontológica, por estar viva la persona mantiene siempre su plena dignidad y el valor de todo ser humano.

La ruptura entre valores que fundan la identidad y la cultura es, sin duda alguna, el drama de estas últimas décadas, donde la crisis se ha profundizado, de nosotros depende la capacidad para percibir esta etapa y la habilidad para actuar frente a ella y con ella.

Juan Pablo II a través del Evangelio de la Vida, llama a los intelectuales a trabajar en los espacios de cultura y ambientes de investigación científica y técnica, profundizando su mirada en las fuentes del Evangelio.

“Precisamente en esta perspectiva he instituido la Pontificia Academia para la Vida con el fin de « estudiar, informar y formar en lo que atañe a las principales cuestiones de biomedicina y derecho, relativas a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en las que guardan mayor relación con la moral cristiana y las directrices del Magisterio de la Iglesia ».Una aportación específica deben dar también las Universidades, particularmente las católicas, y los Centros, Institutos y Comités de bioética.” [1]

Es aquí precisamente, donde lo académico quiere hacerse pastoral, donde el encuentro con la Buena Noticia, permite servir en el surgimiento de una nueva cultura de vida, orientada a reducir las conductas autodestructivas y los problemas que ellas ocasionan.

La ruptura entre la dimensión espiritual y la cultura, es sin duda la dificultad más problemática de nuestro tiempo, la pérdida de valores forma parte de la descomposición de la trama social, siendo el mensaje evangélico el que ha acompañado y acompaña el sentir de los que son marginados y amenazados en sus vidas.

El mundo de la educación es un marco privilegiado, para educar en el sentido del límite y el amor a la vida, cuando logra transformarse en instrumento para la transmisión de valores, vive su santidad en la entrega cotidiana compartiendo una sensibilidad que invita a celebrar la vida.

[1] Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium Vitae sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana. 25 de marzo de 1995. Cap. IV-98 P 178. Ediciones San Pablo Argentina.

Publicado en Revista Consudec- Consejo Superior de Educación Católica. N° 1106- AÑO XLVII-

Temas de Bioética

Imagen artículo: En el año de la fe, el aporte de la bioética. Revista Consudec N° 1112- AÑO XLIX.

Temas de Bioética.