Dr. José María Simón Castellví

La intención de acabar con la vida de un enfermo, aunque fuera por una supuesta piedad, no es digna de una Medicina que se precie de serlo. No es lo mismo morirse que que te maten. Los sanitarios debemos acompañar en el morir pero nunca buscar la muerte del paciente o del anciano.

El encarnizamiento, ensañamiento u obstinación comprende aquellos diagnósticos o tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados razonablemente esperados, según la sensata definición del Catecismo. Al interrumpir estas medidas no se pretende provocar la muerte; se acepta el hecho de no poder impedirla.

La higiene, el tratamiento del dolor o la angustia, el apoyo moral, la hidratación o la nutrición son cuidados ordinarios y no pueden ser legítimamente interrumpidos nunca, aunque la muerte se considere inminente. Ya se comprende que estos y otros cuidados debidos se suministran en la medida que la persona los tolere. En el caso de los niños, debido a sus extraordinarias capacidades de recuperación, hay que ser cuatro veces más prudentes que en los adultos, incluido el diagnóstico de muerte cerebral.

Hoy la Medicina procura activamente evitar el encarnizamiento. Por ello es algo decepcionante leer en algunas directrices anticipadas indicaciones que, en el fondo, son incompatibles con la buena clínica tal y como se entiende hoy en día. Sería más lógico pedir “una buena Medicina”…

Como al ser humano le gustan inmoderadamente el dinero y la fama, y además a veces trabaja en estructuras sanitarias imperfectas o de pecado, encontramos encarnizamientos en los ámbitos más diversos. Siguen algunos ejemplos. Verán que, en el fondo, todos forman parte de la anti-Medicina y se pueden detectar y deben combatirse.

Los norteamericanos son actualmente víctimas de la llamada “crisis de los opioides”. Estos fármacos son analgésicos muy potentes y están indicados claramente en algunos casos. Sin embargo, el abuso de su prescripción está creando millones de adictos e innumerables efectos adversos que se podrían evitar. La crisis ha aparecido por una combinación de presión de la industria farmacéutica sobre médicos y pacientes (con anuncios incitando al público a pedirlos a sus médicos), comodidad profesional, laxitud de las autoridades y el carácter de los que quieren matar moscas a cañonazos.

Otro ejemplo de encarnizamiento, que afecta a también a los norteamericanos y especialmente a sus niños, es el abuso de las prescripciones de antidepresivos. Lo que en Alemania, Francia, Italia o España se resuelve con un fármaco o con psicoterapia, en los Estados Unidos puede acabar con dos o tres antidepresivos a la vez. Esta diferencia en la praxis de dos continentes avanzados no tiene justificación científica. Hay que decir que, aunque por ahora hay diversos abusos en la Medicina norteamericana, la fortaleza de su sociedad acabará resolviéndolos y se están poniendo en práctica planes de contingencia.

En algunos países, se sobreindica la cirugía ortopédica con implante de prótesis sustitutivas especialmente en ancianos. Lo que podría resolverse con tratamiento médico y fisioterapia termina con una prótesis que podría evitarse pero que no resiste a la presión de los vendedores. Ya se comprende que no estoy en contra de prescribir fármacos o prótesis, sino de su abuso contrastado.

Permítaseme añadir a los ejemplos anteriores lo que también me parece un encarnizamiento: la píldora anticonceptiva. La Medicina hoy sabe perfectamente ayudar a los esposos a distinguir entre la fase fértil del ciclo de la mujer (fase corta) y su fase infértil (fase larga). Es en los medios naturales de regulación de la fertilidad que reside la verdadera ayuda en caso de tener que posponer un embarazo.