FRENTE AL EMBRUTECIMIENTO DIGITAL, EXIGENCIAS EDUCATIVAS DE LA CONCIENCIA MORAL
(JORNADA DE ESTUDIO EN BARCELONA, 14-III-2018)

Pfr.Dr.Bernard Ars, M.D., Ph.D.

I. CONSTATACIONES SOCIOLÓGICAS Y ETIOLOGÍA.

¿Qué entendemos por “era digital”?

Es la época, el momento actual, en el que la “información” circula de manera predominante, bajo una codificación informática.

En los años 2000, apareció en muchos hogares, Internet, la red de redes, la “Web”, que nos permite “saber todo”, gestionar nuestras cosas, estar conectado con y cada uno, en todas partes del mundo, para distraernos, así como para hacer nuestras compras.

Una herramienta extraordinaria en muchos sentidos, accesible a todos, Internet se expande rápidamente en todos los ambientes.

Pero también promueve el desarrollo de actividades ilegales: webs pornográficas, webs terroristas, webs de juegos violentos, que incitan al suicidio, … y despierta dependencias que la red misma retroalimenta.
Millones de jóvenes pasan diariamente muchas horas en el ciberespacio, hasta 18 horas al día, para algunos.
A la simple pregunta: “¿Constataste que vibró tu teléfono móvil, tu “IPhone”, sin que haya sonado? ” Nueve de cada diez estudiantes responden hoy, “sí”.

El 95% de ellos duerme con su teléfono celular al alcance de la mano.
Sin decirlo, muchos de ellos ya tienen implantes subcutáneos para fines utilitarios.
La “técnica” se adhiere a la piel en el sentido literal del término.
La hibridación psíquica por adicción a las pantallas ya es una realidad.
Técnica y tecnicidad se unen para convertirse en la nueva cultura de referencia.
Los dispositivos digitales, manipulados día y noche, por los jóvenes, visualizan “todo” de la vida y especialmente lo que es transgresivo: agresiones, peleas, perversidades sexuales, …
Y, sin embargo, está reconocido que, por ejemplo, los videojuegos violentos aumentan en un 15% el comportamiento agresivo.

La facilidad que representa Internet, además de poder quedarse en casa, en su habitación, para
utilizarlo, aumenta en gran medida el riesgo de consecuencias negativas para la vida personal y de relación del individuo.

El “teléfono inteligente” es práctico para el adolescente. Podrá jugar con él durante la
noche, en la cama; pero también, durante el día, durante las clases. Está fuera de control de padres y profesores.

Por otra parte, ¿por qué el adolescente bien en su cabeza, con buenos resultados académicos, con buenas relaciones con sus padres, pasaría sus noches con su “teléfono inteligente”?
Es sobre todo el adolescente frágil, con dificultades, quien se apresurará a escapar de la dura realidad de nuestra sociedad.

Los adolescentes, igual que los adultos, se hacen dependientes del objeto técnico.
Sin embargo, los adolescentes dan más importancia a la socialización. Para ellos es esencial
sentirse parte de un grupo, para hablar sobre “música” o intercambiar “selfies”. Los teléfonos inteligentes contribuyen a esto. Ellos reinan sobre la vida digital.

Sin embargo, no olvidemos que el “teléfono inteligente” es solo un vector y lo que plantea el problema, es lo que hay detrás y lo que se hace con eso.

¿Cuántos jóvenes nos confían que miran a los demás y a la vida, como a través de una pantalla; que no conocen a sus amigos más que por “Facebook”; que cuando viajan en transporte público, buscan el lugar donde no haya nadie, para poder permanecer en su burbuja “hiperconectada”.

También reconocen, espontáneamente, no pensar, no ser creativos en sus jornadas, a menudo carentes de “esperanza”, y estar “agotando” su “vida cotidiana”.

También admiten su placer de responder y reaccionar ansiosamente a correos electrónicos, SMS, tweets, videos, … atrapados en un verdadero frenesí visual y cognitivo.

La forma de vivir hoy, intercambiando constantemente mensajes con personas que queremos, con nuestros compañeros de trabajo, con conocidos lejanos, se ve como una sorprendente telepatía asistida por computadora.

Tomando una frase de Alexandre Lacroix de su libro “Lo que nos conecta” (Allary Editions, 2015), “la conciencia ya no se concibe como una entidad indivisible, ni como una fortaleza, sino como un nudo en una red, una malla en la red “.

“Es que de ahora en adelante, uno apenas puede pensar o sentir en la soledad”.
Nuestros flujos de conciencia se cruzan constantemente, desorientados por mensajes del
exterior; y los que nosotros mismos emitimos sin cesar”.

Hemos pasado de la modernidad a la modernidad web.
Los hitos con los que crecimos se han vuelto caducos.
“Ayer: la modernidad separaba el Sujeto y el Objeto. Hoy: la modernidad web conecta el Sujeto y el Objeto.
Ayer: soledad transitoria. Hoy: interacción permanente.
Ayer: oposición Naturaleza / Cultura. Hoy: Naturaleza artificial.
Ayer: humanismo. Hoy: transhumanismo.
Ayer: autoconciencia. Hoy: conciencias sincronizadas.
Ayer: separación público / privado. Hoy: visibilidad.
Ayer: medios de comunicación, separación emisor / receptor. Hoy: redes sociales, fusión del emisor-receptor.
Ayer: herramientas técnicas manejadas por humanos. Hoy: entorno técnico que engloba lo humano.
Ayer: reuniones aleatorias. Hoy: reuniones optimizadas y contractuales.
Ayer: Habeas corpus, inviolabilidad del cuerpo del ciudadano. Hoy: auto-cuantificado, grabando y monitoreando los datos biomédicos.
Ayer: separación del saber. Hoy: transdisciplinariedad, Etc. .. ”
Lo que es más que esencial, ver aterrador, en esta situación, es el motor de la invasión de la conciencia.

Por el lado de las compañías fabricantes, impera el puro interés, totalmente desprovisto de cualquier otra moral distinta del beneficio. El resultado es el “condicionamiento” desde la infancia, con el único propósito de crear consumidores incondicionales, carentes de sentido crítico, para que tengan como reacción automática, comprar cualquier producto que se les presente.

Los fabricantes crean productos para niños cada vez más pequeños y pronto propondrán, bajo pretextos que parezcan sensatos programas para mujeres embarazadas para condicionar a los niños en el útero.

Del lado de los compradores, la moralidad desarrollada es solo la del disfrute inmediato.
Ahora bien es durante la infancia, la adolescencia y la juventud que se desarrolla la conciencia moral, la madurez global del carácter del ser humano, en definitiva su “personalidad”; exigiendo puntos de referencia y copiando modelos.

¿La hiperconexión digital aún deja a los jóvenes, y podríamos decir a todos, el tiempo y el silencio, indispensables para la formación armónica de la conciencia moral?

II. PROPUESTAS PARA LA EDUCACIÓN A LA DIGNIDAD HUMANA.

Vivir, para el ser humano, ha sido siempre y es desplegar un “arte de vivir”.
Es buscar y hacer suyo lo que es Verdadero, lo que es Bueno, lo que es Hermoso.
Es hacer un juicio moral que dirige la conducta y confiere lo que llamamos “la dignidad “.
“Dignidad” es la aceptabilidad de uno mismo frente a los demás y a uno mismo.
Es interiorizar el límite entre el respeto propio y de los demás, por un lado, y la transgresión sin límite, por otro lado.

Sin cortar a los niños, del mundo en el que viven, conviene educarlos de manera crítica frente al uso de las redes sociales y sus contenidos.

Como lo expresa Anne Cordier (entrevista-La Croix- 01/09/2018), “el teléfono móvil es una
forma de vivir juntos y separados”.

Me parece imperativo llevar a nuestros hijos a esta reflexión, invitándolos a trabajar en
relación con el “objeto”. ¿El “teléfono inteligente” es para ellos, una forma de romper la soledad porque que no encuentran en su círculo inmediato personas con quien efectuar intercambios?
¿Ocultan el miedo de ir hacia los demás? ¿Cuáles son sus relaciones personales y reales
con sus padres, hermanos y hermanas, amigos? Estos son indispensables para la educación de
la afectividad. ¿Tienen otros centros de interés como el deporte, la lectura, el compromiso social …?
También me parece esencial formarlos en la conciencia del Bien y del Mal, iniciarles a la fortaleza, así como al autocontrol; y hacerlos prudentes frente a lo opuesto; preocupándonos de su entorno moral, su formación intelectual, su acompañamiento espiritual, así como sus compromisos sociales.
Según Jacques Grand’Maison, en su libro “Una espiritualidad secular en la vida cotidiana”, “Tratar de la conciencia moral es en realidad abordar la naturaleza misma de la vida moral en su punto central: la decisión, es decir, la elección que hace una persona para comprometerse a través de un acto que asume para poder rendir cuentas ante ella misma como ante otro y delante de Dios si es creyente.

En la era digital, por desgracia, la cultura de la rapidez domina las decisiones y las relaciones.
La acción inmediata anula la reflexión.
La híper conexión técnica no nos hace olvidar la verdadera conexión, la que nos conecta en
silencio, en ausencia de sonidos, de imágenes, de informaciones, de distracciones, …; a nuestro Ser profundo, a nuestro corazón, al otro, al Todo Otro, a Dios.

Iniciemos a “nuestros” niños en el camino limpiador que conduce a la profundidad más íntima de interioridad.
Denunciemos esta cultura del beneficio a ultranza.

Frente a la creciente presión de la tecnología, Bergson pidió un “suplemento de alma”, es
decir un más de interioridad para “darle un significado humano al acto técnico”.
El desafío es para él crear “sociedades abiertas” y no cerradas.
El uso de Internet debe ser conducido por un sentido que nace del interior del hombre como
de una sola persona.

De lo contrario, conducirá a una regresión humana, lenta, pero segura, sin darnos cuenta, tanto
nos fascina.

Reconociendo la era digital como un hecho, una realidad actual, con sus inconvenientes,
pero también con sus ventajas; y para respetar y desarrollar la dignidad del niño, una
educación crítica sobre el uso de las redes sociales y el contenido que transmiten se impone como una herramienta importante; así como una iniciación al silencio para poder escuchar “la voz de Dios”, según la expresión de J. H. Newman; y una iniciación para compartir el tiempo con otros, asombrado por la naturaleza y el Otro. Sí, una educación para un arte de vida simplificado y unificado en el ser, el pensamiento, la acción y la contemplación!