Freud y el diablo

La concepción de lo demoníaco en el psicoanálisis de Sigmund Freud

Doctor Ermanno Pavesi, psiquiatra, Altdorf, Suiza

Docente de psicología, Gustav-Siewerth-Akademie, Weilheim-Bierbronnen, Alemania y Theologische Hochschule Chur, Suiza.

 

 

Traducción del italiano: Lic. Marina Villasuso

La “contravoluntad” inconsciente como causa de disturbios psíquicos.

En el estudio “Un caso de curación hipnótica con observaciones sobre la producción de síntomas histéricos mediante la ‘contravoluntad’” Freud examinó los mecanismos psíquicos de la neurosis y en particular de la histeria. Ya antes de Freud la hipnosis había sido utilizada para estudiar experimentalmente la actividad psíquica, y muchos investigadores habían admitido la existencia de una actividad psíquica inconsciente para explicar los mecanismos de los fenómenos hipnóticos y post-hipnóticos.

En el trabajo citado Freud postula la existencia de representaciones conscientes e inconscientes opuestas a las primeras, llamadas “Kontrastvortellungen” “representaciones de contraste” . Se trataría de contenidos psíquicos inconciliables con los valores de la persona consciente y “dolorosos”, y por este motivo serían rechazados por el consciente y ‘removidos’. El estudio de la histeria mostraría que las representaciones removidas no son anuladas, sino sólo están reprimidas en el inconsciente, en el cual se conservan, “[…]conservando una existencia insospechada en una especie de zona de sombra [‘zona de sombra’ traduce ‘Schattenreich”, que más bien significa ‘reino de las sombras’, EP], hasta que aparecen como diablillos [con “diablillos” se traduce el alemán “Spuk”, que significa más precisamente “espectro”, EP] adueñándose del cuerpo, que de otro modo obedece a la predominante conciencia del Yo” .

Esta formulación es muy interesante, ya que la expresión “reino de las sombras” asocia la imagen del inconsciente al reino de los muertos, por lo tanto a una especie de infierno, imagen que aparece de tanto en tanto en las obras de Freud. La representación removida que logra hacer su aparición en el consciente es parangonada a un “espectro”. Aquí Freud se refiere sobre todo a particulares síntomas histéricos, por ejemplo a las parálisis y ceguera histéricas: el retorno de la representación removida tomaría posesión del cuerpo y lo sustraería al control del Yo.

En esta concepción se pueden reconocer los vestigios de una teoría psicológica de la posesión: lo que “posee” el cuerpo no es un “espectro” en el sentido corriente del término, un espíritu extraño o una fuerza extrahumana, sino una representación extraña al Yo, inconsciente y removida. Estas “representaciones de contraste” se afirmarían como “contravoluntad”. El concepto de “contravoluntad” es significativo en cuanto para Freud no toda la actividad psíquica está sometida al control de la voluntad consciente, sino que algunos ámbitos parecen depender de una voluntad que no sólo no corresponde a la personalidad consciente del sujeto, sino que le es para colmo contraria y en relación con la cual es impotente. “La histeria debe a esta imposición de la contravoluntad su rasgo demoníaco que con tanta frecuencia la acompaña y que consiste en el hecho de que los enfermos se ven imposibilitados en ciertas ocasiones de hacer lo que más ardientemente desean, hacen precisamente lo contrario de lo que se les ha pedido, y deben ultrajar y calumniar lo que más quieren”. Esta contravoluntad puede imponerse “mientras el enfermo es consciente, con estupor, de una voluntad decidida pero carente de fuerza” . Si el retorno de lo removido se manifiesta como “espectro” y como expresión de una “contravoluntad”, se puede comprender el pasaje sucesivo de la interpretación psicoanalítica de lo demoníaco, si se piensa el Demonio como el adversario, como diablo, como causa de contrastes.

 

 

2. La contribución de Charcot

En la nota necrológica sobre el psiquiatra francés Jean-Martin Charcot (1825-1893), en cuya clínica había trabajado durante unos meses entre 1884 y 1885, Freud le atribuyó un rol decisivo en las investigaciones sobre la histeria, si bien subrayando que algunas intuiciones geniales, como la relación entre síntomas histéricos y posesiones, no habrían sido profundizadas y desarrolladas posteriormente:

No se podría objetar que un observador ingenuo y no especializado jamás llegaría a la hipótesis de una disociación de la conciencia como solución del enigma de la histeria. En realidad, ya la Edad Media había optado por esta solución explicando la causa de los fenómenos histéricos con la posesión por parte del demonio; bastaría entonces con sustituir la terminología religiosa de aquella época oscura y supersticiosa por la científica de la época actual. Charcot no tomó sin embargo esta vía para explicar la histeria, si bien había consultado el rico material de datos disponibles en procesos por hechicerías y sobre individuos ‘poseídos’, con el fin de demostrar que las manifestaciones de la neurosis fueron en esa época, las mismas que las de hoy”.

Charcot se había ocupado también del tema de la posesión en las artes figurativas: convencido de la semejanza entre las representaciones de endemoniados en obras de arte de los siglos precedentes y los cuadros clínicos mostrados por sus pacientes, había forjado una interpretación psicopatológica de los endemoniados, considerándolos enfermos psíquicos . Estas tesis que Charcot había expuesto en un volumen, también fueron apreciadas por Freud.

Como es sabido, en las representaciones de la posesión demoníaca y del éxtasis místico que el arte nos ha transmitido, varios autores, y el primero de todos Charcot, han reconocido las formas en las que se manifiesta la histeria; si en aquella época hubiesen sido consideradas con más atención las historias de aquel tipo de enfermos, no habría sido difícil encontrar en ellos los contenidos típicos de la neurosis” .

Es imposible dejar pasar un grave error metodológico de Charcot y de Freud, cuando pretenden interpretar como histeria, casos de posesión documentados en los Evangelios y en las vidas de los santos o éxtasis místicos, basándose sobre el hecho de que las representaciones artísticas mostraban semejanzas con el cuadro ofrecido por pacientes en el transcurso de crisis histéricas. Charcot define para colmo “attaque dèmoniaque” una crisis histérica particular. De este modo Charcot y Freud atribuyen a tales obras de arte el valor de documentos auténticos de los episodios evangélicos o de los estados de éxtasis, como si se tratara casi de un testimonio ocular o al menos de una reconstrucción científica y no tienen absolutamente en cuenta el hecho de que tales representaciones son testimonio únicamente de la concepción que el artista tenía de la posesión o del éxtasis, por lo cual el hecho que el sujeto representado pueda efectivamente presentar semejanzas con un paciente psiquiátrico demuestra solamente la limitación del artista en la elección del modelo, pero no puede absolutamente ser invocado como prueba para demostrar que estados de éxtasis o casos de posesión, muchas veces verificados siglos antes, no eran sino cuadros patológicos.

 

3. “El sueño, entonces, una ancestral religión diabólica”.

 

En la primera de las dos cartas recordadas, Freud interpreta la posesión como fenómeno de disociación de la conciencia:

¿Qué dirías entonces, si te hiciera notar que toda mi nueva teoría de la prehistoria [de la histeria] ya era conocida y ya había sido publicada mil veces, si bien hace varios siglos? ¿Recuerdas que he siempre afirmado que la teoría medieval de la posesión sostenida por los tribunales eclesiásticos, era idéntica a nuestra teoría del cuerpo extraño y de la disociación de la conciencia? ¿Pero por qué el diablo que poseía a las pobres víctimas cometía regularmente actos de lujuria con ellas y en modo repugnante? ¿Y por qué las confesiones que se extraían con torturas son tan similares a lo que me cuentan las pacientes en tratamiento psíquico? Cuanto antes tendré que sumergirme en el estudio de la literatura sobre este tema”.

En la segunda carta Freud avanza unos pasos:

“La idea de llamar en causa a las brujas está adquiriendo siempre mayor vitalidad, y según mi parecer, es pertinente. Empiezan a proliferar detalles: encuentra explicación el “volar”; la escoba que montan es probablemente el gran Pene. Sus reuniones secretas con danzas y entretenimientos pueden ser observadas cotidianamente en las calles donde haya niños con intención de jugar. Un día leí que el oro que el diablo regala a sus víctimas se transforma por lo general en estiércol; y el día que pasé por lo del señor E., mientras me estaba relatando los delirios de su gobernanta referidos al dinero, de repente me dice

Al vuelo y la flotación por los aires corresponden también los movimientos gimnásticos efectuados por los jóvenes durante el ataque histérico.

Estoy comenzando a creer que en la perversión, de la que la histeria es el negativo, pueda haber restos de un ancestral culto sexual, que alguna vez pudo haber sido una religión en el Oriente semítico (Moloch, Astarté) […].

Los actos de perversión son, por otra parte, siempre los mismos, tienen siempre un significado preciso y se basan sobre un modelo que antes o después llegará a ser comprendido.

Imagino

Malleus maleficarum, y ahora que he dado el último toque a las parálisis infantiles quiero estudiarlo cuidadosamente. Las historias sobre el diablo, el léxico popular de las injurias, las canciones y las costumbres de los niños, todo adquiere ahora sentido para mí. ¿Podrías, sin fatigarte, sugerirme alguna buena lectura sobre el tema, sobre la base de tu rica memoria? A propósito de las danzas de las que hablan las brujas en sus confesiones, recuerda las epidemias de baile del medioevo. La Louise de E. era una bruja danzante de este género y como consecuencia le volvió por primera vez ese recuerdo cuando asistió a un ballet; de allí su temor por el teatro.[“imagino” traduce el alemán “ich träume” que significa más precisamente “yo sueño”, EP] por lo tanto una ancestral religión diabólica cuyos ritos se perpetúan en secreto, y ahora comprendo la severa terapia que utilizaban los jueces de brujas. Todo se vincula”.Freud habla de “teoría medieval de la posesión”, manifiesta la intención de profundizar la literatura referida al tema, pero cita solamente el Malleus maleficarum, escrito por el inquisidor Heinrich Kramer (1432-1505) y Jakob Sprengler (1436-38?. –1495), por lo que resulta problemática la atribución de ciertas concepciones al medioevo. Si se designa el Medioevo como el periodo que va del 476 a 1492 d.C., el Malleus maleficarum, publicado en 1486 fue efectivamente publicado en el Medioevo. Pero si el libro se enmarcara en la perspectiva de la demonología y de la caza de brujas que tuvo su ápice en los siglos XVI y XVII con episodios incluso en el siglo XIX, entonces el Malleus maleficarum pertenece más al inicio de la época moderna que al fin del Medioevo.

De todos modos Freud se ocupa de la literatura demonológica de los siglos precedentes y considera la interpretación demonológica de los disturbios psíquicos y psicosomáticos en cierto sentido justa y más precisa que las interpretaciones puramente organicistas de la medicina de su tiempo.

El carácter perturbador de la epilepsia y de la demencia tiene el mismo origen. El profano ve aquí la exteriorización de fuerzas que no había imaginado encontrar en su prójimo, pero cuya existencia alcanza a percibir oscuramente en rincones recónditos de su propia personalidad. Con espíritu consecuencial y sustancialmente correcto desde el punto de vista psicológico, la Edad Media había atribuido todas estas manifestaciones mórbidas a la acción de los demonios” .

Notables son también las consideraciones sobre una presunta antiquísima religión satánica. Por lo que parece, Freud se sentía atraído por la idea de que ciertas fuerzas y actividades no hubieran sido siempre prohibidas, sino que, en un pasado más o menos remoto, hubieran sido incluso objeto de veneración religiosa. En otra obra Freud sostiene que los demonios habrían sido originariamente divinidades, degradadas a demonios después del apogeo de otras culturas y de otras divinidades: “Pero una cosa es cierta: los dioses pueden transformarse en demonios malvados cuando nuevas divinidades los suplantan” .

Esta religión satánica originaria no había sido extirpada completamente, sino que conservaba seguidores que practicaban su culto en la clandestinidad.

 

El tema de la demonología aparece en dos cartas escritas en el año 1897 por Freud a su amigo, el otorrinolaringólogo y biólogo Wilhelm Fliess (1858-1928). Estas se remontan a una época en la que Freud luego de una fase en la que se había ocupado principalmente de pacientes neurológicos, y había también aplicado la hipnosis en el tratamiento de disturbios psicógenos, como las parálisis histéricas, y en la cual había desarrollado la técnica catártica junto con Josef Breuer (1842-1925), había continuado sus investigaciones prácticamente solo. En este período Fliess es el interlocutor más importante de Freud, que comunica sus intuiciones al amigo tanto en una tupida correspondencia como en encuentros regulares, obteniendo además importantes estímulos.Es sabido que el desarrollo de las teorías psicoanalíticas está ligado estrechamente al autoanálisis de Freud, y que elementos autobiográficos también deberían desarrollar un papel importante en dos cartas, escritas pocos meses antes de la muerte del padre de Freud, ocurrida el 23.10.1896. Este acontecimiento parece haber marcado intensamente la vida de Freud:

“Durante casi un año después de la muerte del padre, los sufrimientos interiores de Freud se agravaron, como demuestran sus cartas a Fliess. Él hurgó día y noche sobre el aparato psicológico y sobre el origen de las neurosis. Hizo mayor caso a las fantasías de cobertura de ciertos recuerdos. Sentía estar a punto de descubrir grandes secretos, o de haberlos descubierto, pero de pronto retrocedía, preso de las dudas. Hablaba de su neurosis, su pequeña histeria”

El problema de la muerte de parientes próximos, y sobre todo del padre, juega para Freud un papel importante en la vida de un hombre. El tema de la muerte y el luto a menudo comparecen en las obras de Freud y el deseo de la muerte del padre constituye un elemento central del complejo de Edipo. Cuanto acaece la muerte de una persona a la que se está ligado se ponen en marcha una serie de mecanismos psíquicos.

“El hecho de que los demonios siempre sean concebidos como espíritus de personas muertas recientemente, constituye la prueba más eficaz de la influencia del duelo sobre el origen de la creencia en los demonios. Al duelo le corresponde una tarea psíquica bien determinada: tiene que desasir de los muertos los recuerdos y las expectativas de los sobrevivientes. Consumada esa tarea el dolor se atenúa, y con ello el remordimiento y los autorreproches, y por lo tanto también el miedo al demonio. A los mismos espíritus que inicialmente había sido temidos en calidad de demonios, les espera ahora el más feliz destino de ser venerados como antepasados e invocados como auxiliadores”

El hecho de que Freud retome las interpretaciones de la demonología de Charcot al principio de 1897, a distancia de diez años del su estadía en París, y comience a interesarse particularmente del problema de la posesión algunos meses después de la muerte del padre no es probablemente casual. Se puede también suponer que justamente la experiencia personal lo haya llevado a formular claramente en el pasaje recién citado la tesis de la relación entre luto y creencia en los demonios. Para sostener esta hipótesis se puede recordar también que Freud en “Una neurosis demoníaca del siglo decimoséptimo”, que será examinada más adelante, cree que el pintor Haitzmann ha estipulado un pacto con el diablo justo durante un estado depresivo aparecido como consecuencia de la muerte del padre.

En cartas de fin del 1897 Freud recuerda la situación edípica como fase fundamental del desarrollo infantil:

“En mí mismo he encontrado el enamoramiento de la madre y celos del padre, y ahora creo que éste es un acontecimiento general de la primera infancia, aunque no siempre se manifiesta tan pronto como en los niños histéricos”.

En una carta a Wilhelm Fliess del 5.10.1897 Freud admitió que en su caso el padre tuvo un papel de menor importancia que el de una niñera:

“Sólo puedo decir que, en mi caso, mi padre no tiene alguna parte activa, por más que yo encuentre analogías entre él y yo; mi “iniciadora” fue una mujer fea y anciana pero sabia, que me habló mucho de Dios y del infierno, y me inculcó una elevada opinión sobre mis capacidades”.

 

En pocas palabras Freud sintetiza el núcleo de sus teorías: los discursos sobre Dios y el infierno, así como la transmisión de una elevada concepción del hombre, es decir la formación de un Yo ideal, llevan a la neurosis, valores que más a menudo son identificados con el padre, pero que en algunos casos pueden ser transmitidos por otros educadores, como en el caso del propio Freud por una niñera . La distinción entre bien y mal, la formación de un Yo ideal, y de la conciencia moral, llevarían a un conflicto intrapsíquico con la eliminación de ciertos instintos y representaciones: síntomas neuróticos serían de ello la consecuencia inevitable: “Cada vez que en lo psíquico emerge una obsesión neurótica, ésta proviene de una remoción” .

En “Interpretación de los sueños” Freud da una definición concisa pero significativa de lo demoníaco:

“El respeto que los pueblos antiguos tuvieron por el sueño es un homenaje, basado en una intuición psicológica exacta, a lo que de indómito y de indestructible hay en el alma humana, a lo demoníaco que provee el deseo del sueño y que hallamos en nuestro inconsciente”.

 

Lo demoníaco corresponde a aquella parte de la psique que el hombre puede remover pero que no logra ni dominar completamente ni destruir. Esta parte no sólo queda activa en el inconsciente, sino que lo domina y busca continuamente una vía para hacerse consciente, cosa que es en parte posible por ejemplo a través de la actividad onírica. La conciencia es expuesta a veces a los ataques repetidos de representaciones extrañas al yo que tienen un carácter inquietante y demoníaco. Eso vale más para los pacientes neuróticos que para las personas sanas. Contenidos que se imponen repetidamente tienen un carácter obsesivo:

Quiero decir que en el inconsciente psíquico es reconocible el predominio de una coacción a repetir que procede de los movimientos pulsionales, probablemente inherente a la naturaleza más íntima de los instintos, es suficientemente fuerte para sobreponerse al principio del placer, un impulso que confiere a determinados aspectos de la vida psíquica un carácter demoníaco, se expresa muy claramente en los impulsos de los niños en tierna edad y domina una parte del tratamiento analítico de los neuróticos. El conjunto de estas consideraciones nos induce a suponer que será advertido como elemento perturbador todo lo que pueda hacer recordar esta profunda coacción a repetir”.

5. “Dios y el diablo fueron originariamente idénticos”

Encontramos importantes elementos para la comprensión de la concepción psicoanalítica de lo demoníaco en “Totem y Tabú”. En esta obra Freud formula su famosa tesis sobre el origen de la religión. La religión se encontraría al principio del proceso de civilización, precisamente en el paso del estado de naturaleza a lo civilizado. Para Freud este paso tuvo lugar en la horda primordial. Los homínidos habrían vivido en una horda primordial, organizada como las manadas animales. Ella habría sido dominada por un macho que habría pretendido para sí el dominio sobre todas las hembras de la horda y del que habría alejado a todos los hijos machos, apenas se hubieran vuelto competidores peligrosos. Pero un día los hijos se habrían aliado para eliminar al padre y establecieron reglas precisas para la división de las mujeres. Después de la matanza del padre sintieron remordimiento y lo ensalzaron como divinidad.

Freud cree que también la fe en los demonios está estrechamente ligada a la muerte. Después de la muerte de una persona, sentimientos agresivos inconscientes respecto del difunto se transformarían en sentimientos de culpa y en temor a que el alma del difunto se pueda vengar.

Hasta entonces los hombres primitivos habían desarrollado, a través de la proyección de percepciones interiores hacia el exterior, una imagen del mundo externo, que nosotros ahora, habiéndose refinado nuestra percepción consciente, debemos retraducir en psicología.

En el ya citado “Una neurosis demoníaca del siglo diecisiete” Freud analiza un manuscrito hallado en un centro de peregrinación austríaco, Mariazell, “[…] en el que se exponía detalladamente la historia de una milagrosa liberación de un pacto con el diablo, acaecida por gracia de la santa Virgen María” . Se trata del pacto con el diablo estipulado por el pintor Christoph Haitzmann. Freud sostiene que el motivo del pacto no había sido, como habitualmente, el deseo de poder, riqueza o de placeres voluptuosos, sino el de una mejoría de un estado depresivo con inhibición de la productividad, iniciado después de la muerte del padre del pintor. En este pacto el diablo se habría convertido en un sustituto del padre: el pintor habría sido durante nueve años ‘hijo’ del diablo, al cual habría tenido que ceder alma y cuerpo transcurridos los nueve años. Poco antes del plazo de este período el pintor se traslada a Mariazell para conseguir del diablo la recesión del pacto con la ayuda de la Madre de Dios. Freud subraya a la luz de sus teorías el papel del diablo como sustituto del padre. El diablo, como por lo demás todas las otras imágenes religiosas, no sería sino la proyección de realidades psíquicas.

Los demonios son, según nuestro parecer, malos deseos rechazados, que derivan de movimientos pulsionales que han sido reprimidos y removidos. No hacemos más que rechazar la proyección al mundo exterior teorizada por la Edad Media a propósito de tales entidades psíquicas; nosotros creemos que ellas han tenido origen en la vida íntima de los enfermos dónde efectivamente moran” .

Eso también es válido para la figura de Dios: “Sabemos ante todo que Dios es un sustituto del padre, o más precisamente un padre que ha sido ensalzado, o mejor aun, es una copia del padre, tal como el padre hubo de ser visto y vivido en la infancia, en la del individuo en su infancia personal, y en la del género humano, en su época primitiva como padre de la horda primordial“.

La relación con el padre se caracterizaría por la ambivalencia, es decir por sentimientos opuestos que en un primer momento se proyectan sólo sobre Dios y luego, en el curso del desarrollo, sobre dos figuras diferentes: sobre Dios y el diablo.

No hace falta una gran perspicacia psicoanalítica para argüir que Dios y el diablo fueron originariamente idénticos, una única figura que más tarde fue disociada en dos figuras dotadas de atributos opuestos. […]” .

En todo caso las contradicciones específicas pertinentes a la naturaleza originaria de Dios reflejan la ambivalencia que caracteriza la relación del individuo con el propio padre personal. Si el Dios justo y misericordioso es un sustituto del padre, no hay que asombrarse de que también la actitud hostil respecto del padre, por la que el hijo lo odia y le teme y acusa, haya encontrado expresión en la creación de Satanás. El padre sería pues el arquetipo individual tanto de Dios como del diablo. Sin embargo las religiones llevarían la huella indeleble del hecho que el padre primordial fue un ser de ilimitada maldad, menos parecido a Dios que al diablo

El drama de la matanza del padre primitivo tendría una correlatividad en cada existencia individual, es decir en la situación edípica. Por amor de la madre el niño desearía la muerte del padre. Por temor a que el padre pueda vengarse de estos sentimientos el niño removería sus deseos y formaría la conciencia moral. Según la teoría psicoanalítica la aceptación de las normas religiosas y morales representaría la capitulación frente al padre en la situación edípica.

La muerte del padre crearía una situación completamente nueva: sentimientos agresivos vendrían movilizados durante el luto y producirían sentimientos de culpa, que reforzarían la lealtad respecto al padre. Por otra parte el hijo ya no debería respetar normas que le habían sido impuestas ni remover deseos por miedo del padre.

La alianza con Dios comporta el respeto de la ley y el sacrificio y la renuncia a satisfacer instintos y deseos. Según la teoría psicoanalítica padre e imagen de Dios están estrechamente vinculados, por lo cual la muerte del padre corresponde a la situación de la “muerte de Dios.” Mientras el padre vive se pueden esperar ventajas de la observancia de la ley. Después de su muerte puede surgir el sentimiento de haber sido abandonados, de haberse sacrificado en vano hasta entonces. La alianza con Dios comporta obediencia, un empleo ordenado y morigerado de los bienes materiales y los placeres de la vida. “Dios ha muerto”: El hombre tiene que denunciar el pacto con Dios para estipular el pacto con el diablo para conseguir fama, riqueza y el placer de los sentidos. El pacto con el diablo asume aquí un sentido particular: superación de la escisión edípica y fin de la remoción. En estas teorías tenemos una inversión completa de la concepción religiosa, según la cual Dios es bueno y el diablo malvado. En la teoría psicoanalítica es rechazada la concepción de Dios como sumo bien y la imagen de Dios es representada como algo que fuerza en el inconsciente importantes contenidos psíquicos que oprime la vida, que además enferma. La vía que conduce al gozo pleno de los placeres y de la felicidad terrenal, de la superación del conflicto interior, de la curación de la neurosis, pasa a través de una actitud modificada respecto de lo removido y a través del pacto con el diablo.

6. La terapia psicoanalítica como superación de la demonización de los instintos

La interpretación psicológica de la demonología también permite una interpretación demonológica del psicoanálisis. Si el enfermo, y finalmente todo hombre, se encuentra en medio de un conflicto entre la obediencia al Super-yo, ideal del yo, principios superiores e imagen de Dios por una parte y Ello, instintos, contenidos removidos, demoníaco y diablo de la otra, también el analista tiene que enfrentarse con estas fuerzas y por lo tanto con lo demoníaco. En esta función el psicoanalista puede ser comparado con un exorcista, aunque con un objetivo completamente diferente: desenmascara los demonios que se manifiestan con síntomas clínicos, pero no para echarlos sino para poner fin a la demonización de los instintos y permitir su satisfacción.

En una carta a Oskar Pfister Freud confesó:

“Ya que las otras alternativas a la sublimación, con las que nosotros reemplazamos la religión, son demasiado difíciles para la casi totalidad de los pacientes, nuestra cura casi siempre desemboca en la búsqueda de la satisfacción”

Esto puede ocurrir en un análisis, cuando el analizado retrocede en la relación terapéutica y el terapeuta se convierte en un sustituto del padre, que tiene que permitirle al paciente confiar y vivir todos sus pensamientos y deseos sin temor a la desaprobación, al castigo o al rechazo. En otras palabras el analista se comporta como un padre sustituto que no habla al paciente ni de Dios ni del diablo y que no transmite al paciente una concepción elevada de la naturaleza y de la vocación del hombre, como había hecho la niñera de Freud, sino que hace posible la aceptación aún de aquello que había sido prohibido.

Luisa de Urtubey afirma incluso:

Freud cree que para lograr conducir un análisis es preciso ser una bruja. Hallamos aquí su identificación con la niñera-bruja, con Charcot, con Fausto, con Fliess, con Mefistófeles, con el diablo… La guía de un psicoanálisis no es cosa natural sino magia, obra de una bruja, sierva del diablo” .

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La proyección de los propios impulsos malvados sobre los demonios es solamente una parte del sistema que se transformó en la concepción del mundo que tenían los hombres primitivos, sistema que aprenderemos a conocer en el capítulo siguiente bajo el nombre de animismo”.

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(respecto de Cagliostro, el alquimista fabricante de oro –”cagador de ducados”) que el dinero de Louise era siempre excremento. Por lo tanto, en las historias de las brujas el dinero no hace más que retransformarse en la sustancia de la cual proviene. ¡Si sólo llegara a comprender por qué, en sus confesiones, las brujas afirman siempre que el esperma del diablo es “frío”!. He ordenado una copia del 4. La muerte del padre en los inicios del autoanálisis de Freud