Su Santidad el Papa Francisco
Desde la elección, el pasado 13 de marzo de 2013, del Cardenal Jorge Mario Bergoglio como nuevo Obispo de Roma, tras la renuncia de su ministerio,
el pasado 11 de febrero, de nuestro querido Papa Emérito Benedicto XVI, muchas personas hemos seguido con interés y profundo respeto todos los
actos de Su Santidad Francisco. A muchos de nosotros nos impresionó la sencillez en su primera aparición pública como Papa, a primeras horas de la
noche del miércoles 13, y nos conmovieron sus primeras palabras pidiendo que rezáramos por Benedicto XVI y que rezáramos por él mismo antes de
que nos diese la bendición Urbi et Orbi. No ha dejado de impresionarnos por su humanidad y su humildad en sus siguientes apariciones públicas, que
culminaron el martes 19 de marzo, solemnidad de San José, con la Santa Misa de inicio del ministerio petrino del Obispo de Roma.
En este artículo se presenta una selección de citas de sus primeras alocuciones como Papa, en un intento de acoger sus palabras desde el inicio
de su Pontificado. Todas las citas están tomadas de las traducciones oficiales de la página web del Vaticano.
En su primera bendición Urbi et Orbi (miércoles, 13 de marzo) hizo referencia a su camino, nuestro camino, el camino de la Iglesia:” Y ahora, comenzamos
este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de
amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad”.
En la homilía de la Santa Misa de clausura del Cónclave con los cardenales electores (jueves, 14 de marzo) nos invitó a caminar: “Caminar siempre, en
presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con aquella honradez que Dios pedía a Abrahán, en su promesa”; a edificar: “Edificar la Iglesia,
la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el mismo Señor”; y a confesar a Jesucristo crucificado: “Podemos caminar cuanto queramos,
podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia,
Esposa del Señor”, “Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio”. Nos invitó a hacer estos
tres movimientos con la cruz, para ser discípulos del Señor y para que la Iglesia avance: “tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del
Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado”.
En la audiencia a todos los cardenales (viernes, 15 de marzo) nos recordó nuestra misión como miembros de la Iglesia universal: “llevar a Jesucristo al
hombre, y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre”. El
Papa Francisco recalcó la importancia de ser dóciles al Espíritu Santo: “Él, el Paráclito, es el protagonista supremo de toda iniciativa y manifestación de fe” y
también nos instó a confiar en su acción: “Como nos ha recordado tantas veces el Papa Benedicto XVI en sus enseñanzas, y al final con ese gesto valeroso y
humilde, es Cristo quien guía a la Iglesia por medio de su Espíritu. El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, con su fuerza vivificadora y unificadora: de
muchos, hace un solo cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo”.
En el encuentro con los representantes de los medios de comunicación (sábado, 16 de marzo) explicó de una manera clara quien es Cristo y quien
es el Obispo de Roma: “Cristo es el Pastor de la Iglesia, pero su presencia en la historia pasa a través de la libertad de los hombres: uno de ellos es
elegido para servir como su Vicario, Sucesor del apóstol Pedro; pero Cristo es el centro, no el Sucesor de Pedro: Cristo. Cristo es el centro. Cristo es la
referencia fundamental, el corazón de la Iglesia. Sin él, ni Pedro ni la Iglesia existirían ni tendrían razón de ser”. También explicó la elección de su nombre,
refiriéndose a san Francisco de Asís: “Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación; en este momento,
también nosotros mantenemos con la creación una relación no tan buena, ¿no?
Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre… ¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”
En la homilía de la Santa Misa en la parroquia de Santa Ana en el Vaticano (domingo, 17 de marzo) hizo referencia a una actitud muy humana: “Creo
que también nosotros somos este pueblo que, por un lado, quiere oír a Jesús pero que, por otro, a veces nos gusta hacer daño a los otros, condenar a los
demás” y hace referencia a la misericordia de Jesús: “El mensaje de Jesús es éste: La misericordia. Para mí, lo digo con humildad, es el mensaje más fuerte
del Señor: la misericordia”, “Volvamos al Señor. El Señor nunca se cansa de perdonar, ¡jamás! Somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón. Y
pidamos la gracia de no cansarnos de pedir perdón, porque él nunca se cansa de perdonar”.
En su primer Ángelus (domingo, 17 de marzo) volvió a hacer referencia a la misericordia de Dios: “¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia
que tiene con cada uno de nosotros? Ésa es su misericordia. Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa
de perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito”, “Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón”,
“aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos”.
En la homilía de la Santa Misa de comienzo del ministerio petrino (martes, 19 de marzo) nos indicó nuestra misión de ser custodios, como san José:
“seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los
signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros
mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida.
Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que
construyen y las que destruyen”, “Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos
a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella
de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado”. También recalcó la importancia de la bondad: “No debemos tener miedo de la bondad,
más aún, ni siquiera de la ternura”, “el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece
como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo
contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad,
de la ternura”.
Dra. Maria del Mar Salazar i Pou