Una vez más hoy la Argentina, tal como ha sucedido en otros países, se encuentra atravesando momentos de incertidumbre y desesperación. El debate sobre el Aborto legal ha sacado a relucir lo peor que le puede suceder a un país que es el desencuentro, la pérdida manifiesta de valores, junto al desprecio y la burla a aquellos que protegemos y manifestamos que vale toda vida.

Muchas son las razones científicas por las cuales se puede demostrar que la vida comienza desde el momento de la concepción, y que el embrión es un ser humano en una de sus etapas, tal como lo es el anciano en otra.

Esta definición científica, además fue y sigue siendo aceptada por la ley, tal como lo expresa la Constitución Nacional Argentina, que se deben proteger los derechos de todas las personas –o sea los seres humanos- desde el momento de la concepción hasta su muerte.

Para la ciencia las definiciones no están basadas en creencias o tradiciones sino en evidencias demostradas por el llamado método científico. La definición de vida es justamente un ejemplo de ello, como también lo es la definición de muerte.

Los médicos y todo el personal de salud estamos dedicados, entre tantas facetas de nuestra profesión a curar, a recuperar la salud perdida, a atender al enfermo, a mitigar el dolor, a acompañar el sufrimiento, a procurar una muerte digna como derecho de todo ser humano. Además de estas tareas, también están constituidas en nuestro proceder la tarea de educar, informar, formar y prevenir.

Hipócrates, médico griego pagano, maestro de este arte de curar que hoy ejercemos, ya reconocía perfectamente 500 años antes de Cristo que matar aún en el vientre de una madre, iba en contra del ejercicio médico.

El debate sobre el aborto se ha establecido de un modo muy particular en nuestro país, como también sucederá en otros de América latina. Porque las razones que sostienen la aprobación de la ley, reúnen las mismas características que ha utilizado cualquier activista abortista, las cuales se basan indefectiblemente en la “confusión”, constituyéndose este modo de operar la herramienta para lograr un objetivo concreto, que entre otros, busca hacer perder de vista las verdaderas razones que fundamentan a la persona, y a su vez atentar contra la vida física de las mujeres y de los niños por nacer.

Es así como este proceder va perpetuando una cultura del engaño, de violencia entre los habitantes de un país y en “el mientras tanto” va dejando de lado los verdaderos problemas que acosan a la nación, como la pobreza, la muerte por hambre y desnutrición, junto a la disminución marcada del desarrollo económico y social, tal como los demuestran no solo las estadísticas del propio gobierno, sino también la realidad y el sentido común.

Qué decir además de la educación, que tan pobre como arcaica se sigue ejerciendo, y que además va alejando a los jóvenes de los valores fundamentales. Crecer y desarrollarse en un país que no respeta la vida, a los no nacidos y a los ancianos, es un país que va perdiendo no sólo la identidad, sino que además está condenado a desaparecer del mapa.

Lejos de criticar cualquier postura opuesta a la vida, nuestra tarea como profesionales de la salud es brindar atención a todo aquel que lo requiera, pero por supuesto dando vida y no matando, o sea siendo coherente con nuestro proceder y con nuestras enseñanzas académicas.

Las crisis siempre son puntapié para mejorar y para innovar sobre lo que está mal hecho.

Frente a un panorama poco alentador y causante de tanta tristeza en una nación como la nuestra, inserta en el llamado “continente de la esperanza”, no podemos perder esta oportunidad de cambio, de revisar nuestro sistema educativo, de lanzarnos a hablar con la verdad, con justicia, dando los argumentos adecuados, a la vez esforzarnos en la búsqueda del bien común protegiendo la vida.

También será un tiempo de exigir al momento de elegir a nuestros gobernantes, para que nos muestren con claridad cuáles son sus propuestas en las plataformas electorales. Allí es donde deberán estar bien claras y establecidas todas las políticas que llevarán a cabo, para que luego no nos defrauden con reveses una vez establecidos en el poder. Porque cambiar posiciones cuando ya hayan sido elegidos no constituye una actitud sensata, no corresponde a personas de bien sino todo lo contrario. En la carrera y en el afán por querer perpetuarse y acomodar sus propios intereses, olvidan sus principios fundamentales, o lo que es peor los reservan para maquillarse al momento de hacer proselitismo.

EL mundo vive en un relativismo profundo y la influencia de las ideologías deforma los fundamentos verdaderos y reales, tal como es su estilo.

Y lo que realmente lamentamos es que si los adultos nos confundimos frente a algunos argumentos aún cuando ya hemos tenido algunos años de experiencia, qué podremos esperar de nuestros jóvenes en edad de formación, que son los que van a guiar los destinos futuros de nuestro país.

El mundo nos mira, como también nosotros miramos hacia los países del mundo. Pero si aspiramos a ser una nación civilizada, madura y moderna, comencemos entonces a rever nuestro pensamiento y no desvanecer nuestros valores; desarrollemos políticas basadas en el respeto mutuo y en la vida; y busquemos soluciones integrales que nos abarquen a todos y no sólo con el afán de conformar a una franja o sector, ni mucho menos a los intereses espurios y egoístas de grandes potencias.

El encuentro y el diálogo siempre han sido positivos. En cambio el fundamentalismo, aun procedente de cualquier extremo, nunca ha construido sino todo lo contrario. Es por eso que debemos estar atentos para no cometer errores de los cuales luego no podamos volver atrás. No seamos cómplices por ignorancia ni tampoco compremos medias verdades.

Y por sobretodo, como hombres de fe, confiados en un Dios omnipotente y misericordioso, tal cual nos los ha presentado la Iglesia especialmente en estos últimos tiempos, tenemos el deber de no ser tibios y buscar la verdad, especialmente como nos la muestra Jesús en todo su Evangelio.

Los profesionales de la salud, unidos por nuestra fe, le pedimos a María nuestra Madre siempre protectora, que nos asista con la palabra justa, con el gesto preciso y la bondad generosa para ser instrumentos de Paz y de Amor, en un mundo y en un momento tan necesitado de ellos.

Dr. Fabián Romano

Presidente de FAMCLAM