Prof. Dr. Bernard Ars

Presidente de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos.

La pandemia de la enfermedad COVID-19 ha atacado seriamente a nuestra sociedad, no solo a través  de la propia infección sino también y quizás más profundamente, por las medidas adoptadas para atajarla. 

Estado de la situación sanitaria mundial en 2020 – 2021. 

Los primeros casos del SARS-CoV-2 aparecieron a mediados de noviembre de 2019 en la provincia de  Hubei, en China continental. A principios de marzo de 2020, la pandemia causada por el virus  Covid19 estalló en el mundo. Para responder, las autoridades públicas impusieron de manera  drástica y precipitada un confinamiento generalizado de la población mundial. Después de una breve  pausa durante el verano, el confinamiento, por cierto de manera más ligera, aún continúa en abril de  2021. 

La infección por el SARS-CoV-2, un beta-coronavirus que pertenece a los virus de ARN, origina en un  85% de los casos, principalmente manifestaciones respiratorias nasofaríngeas o benignas. Su principal factor de gravedad es la existencia de un “síndrome respiratorio agudo severo”, que está  asociado con un riesgo de muerte muy elevado. El 15% de los pacientes con enfermedad Covid19  deben ser hospitalizados y el 5% de ellos requieren medidas de reanimación. Mientras que las  autoridades públicas, al no tener suficientes camas de reanimación, imponen el aislamiento forzado  por la loable razón de que los ancianos no mueran de COVID-19; estos se dejan morir de soledad, por  falta de relaciones y de un cuidado integral adecuado. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó el 11 de marzo de 2020, en todo el mundo, medidas de higiene preventiva (medida de “distanciamiento social”) para evitar la saturación de los  servicios de cuidados intensivos, que incluyen: la desaparición del contacto físico, el apretón de  manos, besos, ponerse una máscara, lavarse las manos con frecuencia, poner en cuarentena a las  personas infectadas, eliminación de reuniones y grandes eventos, así como viajes no esenciales. 

Durante el estricto y ordenado confinamiento, a muchas familias jóvenes se les impuso un ritmo  frenético de existencia, llevando a su casa, teletrabajo y escuela, además de sus habituales  actividades domésticas. Esto ha provocado una auténtica destrucción del espacio y el tiempo,  elementos constitutivos de una vida humana sana. La diferencia entre la esfera privada y profesional  ha desaparecido. Se han registrado ejemplos de violencia doméstica y otros en presencia de niños y  jóvenes.  

El confinamiento más o menos severo en el hogar, asociado a la reducción o incluso a la cesación de  la actividad profesional, y especialmente para los jóvenes, de la actividad deportiva y cultural, pero  también religiosa, han tenido efectos nefastos sobre la salud mental y la salud general de toda la  población.

Además, día trasdía, nuestra actividad cuotidiana se ha visto jalonada por el anuncio de numerosos  nuevos casos de contaminación por el virus, por el número de admisiones en cuidados intensivos y el  número de muertes en los hospitales. El estado de ánimo general se ha vuelto y es deletéreo. Todo  está cerrado. Lo superfluo desaparece. Con las librerías cerradas, conseguir un libro era un lujo;  mientras que la venta de alcohol y tabaco siempre fue posible fácilmente. “No hacer nada” reenvía a uno mismo, prueba difícil en nuestra sociedad de la inmediatez y el consumismo. Mantenerse en  buena salud y alimentarse se han convertido en preocupaciones obsesivas de cada uno. 

El confinamiento cuestiona nuestra manera de interactuar con los demás y el mundo; lo que es  beneficioso para algunos es desastroso para otros. La estigmatización de las personas infectadas, de  quienes han estado en contacto con ellas, incluyendo a los cuidadores; de los ancianos, y también de  los jóvenes, debería haber sido mitigada por una comunicación matizada al gran público en general  sobre los motivos del confinamiento. La distanciación física (llamada “social”) y el lavado intensivo de las manos ayudan a limitar la transmisión de enfermedad. El aislamiento interrumpe la transmisión  cuando se puede realizar un diagnóstico antes de que el virus sea excretado. Debido al posible  contagio en la fase de incubación y a la existencia de formas asintomáticas, las medidas de  cuarentena han debido adoptarse a gran escala rápidamente. 

Terminología. 

El término confinamiento designa el hecho de no poder salir de un lugar determinado, o incluso  verse obligado a permanecer en un lugar donde no se quería estar. Cualquier confinamiento está  asociado con una limitación de contactos sociales, objetivo buscado para reducir el número de  contagios por el agente patógeno. Durante esta pandemia de la Covid19, se trata, como medida  preventiva, de mantener a las personas en su domicilio asociado a una restricción de  desplazamientos. 

El confinamiento se distingue de la reclusión por el hecho de que puede implicar una participación voluntaria, mientras que la reclusión es algo impuesto a una persona.  

El principio de la cuarentena es limitar la contaminación en el contexto de una epidemia. El  confinamiento y la cuarentena son diferentes del aislamiento que consiste en separar a las personas  libres de una enfermedad de las personas en las que se ha diagnosticado esta enfermedad  contagiosa y, por lo tanto, realmente está presente, mientras que en la cuarentena o el  confinamiento es simplemente una cuestión de riesgo. Tener una buena salud mentalse expresa en  un estado de bienestar emocional, psíquico y cognitivo. Para mantener una salud mental  satisfactoria, hay que sentirse útil, tener esperanza, tener perspectivas, lograr el éxito y creer en sí  mismo. Es la propia persona quien debe definir su bienestar. El confinamiento nos hace perder el  rumbo, aparece el estrés. El estrés engendra una adaptación del organismo. La secreción conjunta de  neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas del estrés permite al ser humano adaptarse a una  situación peligrosa. Cuando el estrés se prolonga, favorece el desarrollo de diversas enfermedades.  La respuesta al estrés depende de factores genéticos y experiencias tempranas, así como de  acontecimientos vividos. Los niños y los adolescentes son especialmente sensibles al estrés debido a  su inmadurez psíquica. Las personas mayores lo son igualmente, a causa del envejecimiento de su  sistema nervioso central. Las emociones del espectro del miedo se mantienen, durante este  confinamiento, por el hecho de escuchar en bucle informaciones sobre los efectos de la pandemia  que acaban por volverse angustiosos. El estrés promueve la ansiedad y los trastornos depresivos, así 

como las adicciones a una sustancia (alcohol, tabaco, cannabis, etc.) o a una conducta (juegos patológicos, compras compulsivas, relaciones sexuales repetitivas, etc.). En caso de un confinamiento  de masas, las personas viven en un primer momento, estupefactos, la pérdida del rumbo y el temor  por la propia supervivencia, les empuja a atesorar lo que piensan necesario para sobrevivir  (alimentación, desinfectantes, papel higiénico…) 

Impactos del confinamiento. 

Consecuencias sobre toda la población. 

El confinamiento es una experiencia desagradable y patógena, para quienes la padecen: pérdida de  libertad, separación de los seres queridos, incertidumbre sobre una posible contaminación, ociosidad, lo que lleva a un estado de cólera y un aumento de la tasa de suicidios. Las personas  confinadas temen contraer la enfermedad o infectar a otros. En lo que respecta a los profesionales  de la salud, el confinamiento ha reducido considerablemente el contacto directo con los pacientes,  inherente a su vocación; pero también ha fomentado el absentismo. También han sufrido más contrariedades, frustración, soledad, nerviosismo, miedo, culpabilidad, impotencia, aislamiento,  inquietud, cólera, y tristeza, másque la población en general. Cuanto más prolongado sea el  confinamiento, peores serán sus consecuencias adversas para la salud mental. No limitar y no  respetar la duración del confinamiento anunciado públicamente, imponer un cordón sanitario en  determinados barrios o localidades, sin límite de tiempo específico, exacerba la desmoralización. 

Una fuente de angustia socioeconómica grave es la pérdida financiera debido a un desempleo  repentino, así como a la caída de los ingresos sobre todo en los trabajadores autónomos, asalariados  que no pueden hacer teletrabajo o situarlos en la reserva, ni tienen vacaciones pagadas. Algunos  profesionales que trabajan desde casa sienten una caída en su productividad, o incluso se ven con menos tareas encargadas por parte de su gerente superior, y se sienten como inactivos. 

La implementación de medidas de confinamiento tuvo un impacto importante en la vida económica, yendo tan lejos como el miedo a un desplome bursátil, y en la vida social, con la cancelación de los  cursos “presenciales ” en las escuelas y en la Universidad, eventos deportivos, culturales y religiosos. Las fronteras estaban cerradas. Se detuvo el tráfico aéreo. Teletrabajo, educación en el hogar y tareas del hogar son muy difíciles de conciliar. En cuarentena, el aislamiento y el aburrimiento dominan la vida cotidiana. 

Los profesionales de la salud están sujetos a factores estresantes adicionales debido a su exposición a la enfermedad, pero también al estrés causado por el cuidado de los pacientes severos en  circunstancias a veces desfavorables. Algunos de estos profesionales se ven sometidos a una  cuarentena u horarios de trabajo prolongados que les separan de manera duradera de su familia.  Aquellos que están en cuarentena también pueden temer que su retirada del servicio genere un  incremento de trabajo para sus colegas, lo que puede originar ser rechazados.  

Los residentes de áreas urbanas, con una alta densidad de población, lo que dificulta el  distanciamiento físico y donde la actividad deportiva es imposible, desarrollan rápidamente  trastornos en su salud mental, especialmente si viven en apartamentos pequeños sin salida al  exterior. También hay una tendencia a incrementar el consumo de alimentos calóricos, grasos o  dulces. Según los pediatras, hay un marcado aumento de peso en los niños. Hay también un aumento en el uso de ordenadores, es decir, pantallas; así como también del consumo de sustancias tóxicas,  especialmente de alcohol. 

El confinamiento juega el papel de un factor estresante, afectando mucho más fuertemente a los  estudiantes y a las personas materialmente precarias. En los adultos, el aislamiento genera ansiedad  y la ansiedad genera disfunciones en las relaciones que conducen a violencia doméstica, al maltrato  de los niños, situando en primer lugar el abuso sexual y el incesto. Por ejemplo, el equipo pediátrico  multidisciplinario, Unidad de Maltrato de CHR-CHU de Lieja (Bélgica) experimentó un aumento del  40% en violencias graves contra los niños entre mayo y noviembre de 2020, la violencia sexual emerge claramente como la forma más frecuente de maltrato, en particular en niñas del grupo de  edad de 3 a 6 años. 

En cuanto a los adolescentes, bloqueados frente a sus pantallas, expresan muchísima infelicidad, trastornos de ansiedad, así como el abandono escolar. A la edad en la que se espera que van intentar la aventura social y relacional, estos adolescentes atornillados a sus sillas, sin estímulo emocional e  intelectual, ven empobrecerse su imaginación y con ello el gusto por el estudio, el deporte, la música  … la vida. Sin perspectivas, se refugian en mundos virtuales imaginados para ellos, pero no por ellos. 

Consecuencias para la infancia y la juventud. 

Los resultados de 1.514 cuestionarios, por Internet, recogidos por los servicios de la Universidad de  Mons (Bélgica), muestran que el 7% de los niños pequeños, de 3 a 7 años, que respondieron,  manifestaron durante la primera ola de confinamiento, un nivel de ansiedad por encima de la norma;  contra el 36% de los adolescentes de 12 a 18 años y 65% de los adultos jóvenes de 19 a 25 años. El  malestar de los jóvenes ha aumentado bruscamente entre las dos olas. La proporción de adultos  jóvenes de 19 a 25 años que presentan niveles de ansiedad superiores a la normal, pasa así del 65 al  76% y la depresión del 62 al 80%.  

Epílogo. 

Si el principal objetivo común sigue siendo el control y erradicación de la pandemia por la Covid-19,  es fundamental y legítimo cuestionar el impacto epidemiológico de las reestructuraciones  relacionales e intelectuales simpuestas a la población pediátrica y a los adultos jóvenes, su impacto en  el riesgo-beneficio en términos de morbilidad dentro de esta población. Es imperativo que las  perspectivas y representaciones giren en torno a la infancia y la juventud, tanto en lo referente a la  protección de la salud intergeneracional, como de la garantía del desarrollo mental, psíquico,  espiritual y físico, asegurando y garantizando el bienestar de la persona humana.  

Référencias:  

– Cyrulnik B., “Des âmes et des Saisons”, Ed. Odile Jacob, 2021, pages. 304, ISBN: 978-2-7381-5411-8.  – Franck N., “Covid-19 et détresse psychologique-2020, l’odyssée du confinement, Ed. Odile Jacob,  2020, pages. 220, ISBN: 978-2-7381-5380-7.  

– Capelle-Dumont Ph., “Effets de pandémie » Académie Catholique de France, Ed. Parole et  Silence, 2021, pp.256, ISBN: 978-2-8895-9286-9.  www.lespecialiste.be/fr/actualités.22.O2.2021. – www.lespecialiste.be/fr/débats.22.02.2021.