Inicio de la Fase 2 en Madrid. Reanudación de visitas en residencias de mayores
Una gerocultora ayuda en el traslado a un residente durante el primer día de visitas en la Residencia Centro Casaverde Navalcarnero/Foto: Marta Fernández Jara /Europa Press

Jorge Fernández Diaz


El 11 febrero –fecha muy vinculada con la salud del cuerpo y del alma– el Congreso admitía a trámite la proposición de ley socialista sobre la eutanasia. Fue un día de fiesta para la izquierda, según proclamaron alborozados sus dirigentes y el propio Gobierno.

Merecen ser recordadas las palabras de la portavoz parlamentaria y vicesecretaria del PSOE, Adriana Lastra: «Hoy es un gran día, es una ley muy ansiada, respaldada por el 80% de los ciudadanos y ciudadanas de este país». Añadiendo: «En el último mes, el Gobierno ha aprobado medidas que facilitan y mejoran la vida de más de 15 millones de personas…, a las que hoy se suma la eutanasia».

Gracias a la «espléndida» gestión de su admirado Gobierno durante la pandemia, no sé si Lastra seguirá alborozada a la vista de las decenas de miles de muertos, cuya cifra real esperamos reconozca oficialmente el Gobierno. Y de sus palabras parecería deducirse que no deberíamos haber declarado luto oficial porque a miles de ancianos se les habría «facilitado y mejorado la vida» en estas doce semanas de alarma sanitaria.

Un nuevo concepto de «mejora de la vida» este de facilitar la muerte, sobre todo cuando a esos ancianos no se les dio la opción de elegir si deseaban seguir viviendo.

Estas palabras y la idea que subyace en ellas son un fiel exponente de la «cultura de la muerte», como la definiera san Juan Pablo II.

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La “cultura de la muerte” (I)

https://www.larazon.es/espana/20200130/kjss2pyoercqneffmjophcpkpe.html