Por el Dr. Francesc Xavier Buqueras Bach

Barcelona. Diciembre de 2020

(Traducción del catalán, resumen y adaptación web del libro por el Dr. José María Simón Castellví)

El Dr. Buqueras fue Vicepresidente de Médicos Cristianos de Cataluña

Introducción

          No trataré en este ensayo la Pandemia desde los puntos de vista histórico, epidemiológico, clínico o asistencial. Solo me veo capaz de dar unas pinceladas desde la perspectiva de médico psiquiatra, intentando dar una visión de conjunto integradora que incluya vertientes psicológicas, sociales, culturales y antropológico-existenciales.

          Mi premisa básica, en forma de recomendación y perspectiva integradora es que la persona humana necesita vivir en un entorno estructurado -con unas pautas tan ágiles y flexibles como se quiera- y en un orden constructivo que responda a las necesidades de una convivencia a la vez agradable, confortable y respetuosa con los demás, tal como dije en el periódico de noticias de la Llacuna en 2017 al reflexionar sobre la sociedad de hoy en día.

            Ante un problema de esta envergadura y complejidad es tan importante tener los conocimientos como la adecuada actitud en las vertientes cognitiva, intelectual, comportamental y afectivo-emocional. Efectivamente, la complejidad proteiforme de esta temática y problemática nos obliga a ser humildes, prudentes y prevenidos, aceptando teorías diversas y siendo receptivos a los puntos de vista de los otros.

          Interesa que haya un equilibrio entre el “Logos” (racionalidad y lógica) y el “Pathos” (emociones y sentimientos). Es decir, una igualdad y armonía entre el pensamiento y la afectividad, ya que el predominio de uno u otra resulta inconveniente.

Objetivos y motivaciones

          Los objetivos y motivaciones de este ensayo son los de proporcionar unas reflexiones con el fin de encarar con dignidad y solvencia el tema del impacto del COVID-19 en las personas en particular y en la sociedad y en el mundo en general.

Señas de identidad del coronavirus 

           En esta tesitura de tanta excepcionalidad estamos obligados a dar a conocer las señales de identidad del coronavirus, como afirman Fernández y Ruiz de la Roja en su libro de este mismo año “Coronavirus: prevención, pandemia y contención”.

1.- Aparece de repente, procedente de un país asiático, y ha puesto el mundo patas arriba.

2.- La OMS, como debe ser, lidera la situación y pone al virus el nombre de SARS-Cov-2.

3.- El virus se propaga por vía respiratoria, a través de las gotitas procedentes de la nariz y de la boca que personas infectadas propagan al estornudar, toser, hablar.

4.- Este virus ha sorprendido a todo el mundo al provocar toda una emergencia de salud pública, de manera que la OMS la declara pandemia mundial el 11 de marzo de 2020.

5.- El impacto sanitario, social y económico causado por el virus es brutal y cruel. Se podría hablar de que el mundo está inmerso en una nueva guerra mundial.

6.- Los ejércitos o las cabezas nucleares no sirven para vencer este enemigo microscópico, que a duras penas se podría considerar un ser vivo, que está desestabilizando a toda la humanidad.

7.- El virus es omnipresente en nuestras vidas y marca las decisiones de los responsables de la sociedad.

8.- A la humanidad le cuesta aceptar y comprender cómo un virus desconocido ha podido viajar por todo el mundo, obligando a los ciudadanos a cambiar sus estilos de vida.

Aproximación histórica

          El ser humano siempre ha sufrido grandes epidemias. Según el Dr. Jacint Corbella en “Historia de la Medicina catalana”, en las mismas se da “una situación en que la fuerza del flagelo supera con creces las posibilidades de los hombres pues muchas se saldan con la pérdida de muchos miles de vidas”.

          El Dr. Belarmino Rodríguez Arias me comentaba en 2001 que en la gripe de 1918 murieron más personas que en toda la Primera guerra mundial, más de 50 millones. Esa gripe no se originó en España, pero se la denominó así porque España era un país neutral y no aplicaba la censura informativa de otros países, que la ocultaban para no desmoralizar a los soldados.

Clínica psiquiátrica

          En una clínica psiquiátrica elemental, y en personas que nunca han sufrido enfermedades mentales, hay que considerar que la COVID puede originar una serie de trastornos mentales, entre los cuales podemos destacar:

1.- Cuadros clínicos de ansiedad, angustia y miedos irracionales (fobias).

2.- Reacciones vivenciales anormales de tipo hipocondríaco, obsesivo, paranoico.

3.- Depresión reactiva. Con las peculiaridades de tratarse de una depresión justa, proporcionada, legítima y de comprensibilidad psicogenética. O sea, una depresión reactiva-situacional, según Francisco Alonso Fernández en “Fundamentos de psiquiatría actual”.

          Reactiva quiere decir que tiene un origen externo, exógeno, no biológico o genético. Tiene en principio un buen pronóstico y puede requerir antidepresivos y psicoterapia de apoyo. Se caracteriza por tener los siguientes síntomas:

a.- Anergia: fatiga y falta de vigor físico.

b.- Anhedonia: dificultad para experimentar placer.

c.- Ansiedad y angustia.

d.- Anorexia o falta de apetito.

e.- Facies inexpresiva con mirada apagada y perdida.

f.- Escasa confrontación dialéctica cuando el enfermo está con personas conocidas.

g.- Pensamientos autolíticos (suicidas).

h.- Ritmopatía o alteraciones del sueño como insomnio proximal.

i.- Riesgo de suicidio.

j.- Sentimientos de culpa, incapacidad e insuficiencia.

k.- Tristeza vital con sufrimiento, pena, nostalgia, melancolía.

Concepto de vulnerabilidad

          El concepto de vulnerabilidad psico-biológica tiene sentido ya que parte de unas raíces científicas. En el vocabulario médico y psiquiátrico actual se usa con mucha frecuencia ya que tiene el honor de cumplir los requisitos de la evidencia científica.

          Los médicos alienistas de la psiquiatría clásica del siglo XIX (Guislain, Hammond, Morel, Pinel, Regis, Schüle, Voisin) ya utilizaban conceptos similares como: hábito, tendencia, predisposición, constitución, herencia y, sobre todo, los de idiosincrasia y personalidad premórbida, según dije en 1992 en el libro “La asistencia psiquiátrica y la sanidad militar española en el siglo XIX”. Son conceptos básicos que figuran en la anamnesis de cualquier historia clínica de un enfermo mental.

          En los últimos años han proliferado los libros de psicobiología, como los del doctor Carles Ballús. Este entrelazamiento entre lo psicológico y biológico es muy acertada ya que expresa la realidad clínica y nos conduce a un posicionamiento ideológico óptimo.

Posicionamiento ideológico del eclecticismo

          Miguel Rojo, con su mentalidad médica de una psiquiatría de síntesis, aplica las llamadas constelaciones etiopatogénicas multivectoriales.

          Rof Carballo, en su libro “Biología y psicoanálisis” nos habla de la urdimbre afectiva que hay en toda relación madre-hijo.

          Ambos psiquiatras consideran que en la etiología y patogenia de la enfermedad mental los factores o concausas que intervienen son de tres tipos:

  • Biológicos o genéticos.
  • Psicológicos (los factores de sensibilización psicobiográficos de López Ibor)
  • Socioculturales, con un fondo antropológico-existencial.

          Este posicionamiento biopsicosocial no es una cuestión banal, como si se tratase de un capricho, sino que responde a la psicopatología y a la clínica psiquiátrica. Y tiene una relación directa con la actitud que adoptaremos ante la COVID. Efectivamente, existe una relación unívoca de causa-efecto entre el virus y la enfermedad, pero no es menos cierto que existen otros factores o concausas que harán que la evolución clínica y el pronóstico sean distintos según las personas. Por ejemplo, la edad avanzada y las bajas defensas inmunológicas son variables que harán más vulnerable, más frágil, a la persona.

          En las personas de edad avanzada la pluripatología no se puede ignorar: EPOC, cardiopatía isquémica, hipertensión, obesidad, diabetes, tabaquismo. Otras variables son el estado de nutrición, el estado de ánimo, el equilibrio emocional, las condiciones higiénicas de la vivienda, el apoyo familiar, la situación económica, el perfil laboral, la ubicación existencial, tener o no proyectos…

          Los factores de sensibilización psicobiográficos no siempre se tienen en cuenta. Sin embargo, desde mi experiencia como psiquiatra puedo decir que tiene mucha importancia. Solo quiero recordar aquí las pérdidas de personas queridas, las frustraciones y decepciones, las contrariedades.

Rasgos de personalidad

          Ante la COVID las personas tendrán una respuesta desigual e imprevisible. En general, podemos decir que muchos sujetos se comportan de manera más caricaturesca de lo habitual, sin necesidad de llegar a tener un trastorno de personalidad.

Un trastorno de personalidad es un patrón permanente de experiencia interna y de comportamiento que se aparta de las expectativas de la cultura del sujeto. Todos tenemos unos rasgos de personalidad. Sin embargo, una cosa son los rasgos y otra muy distinta el trastorno.

          La estructura de la personalidad no se modifica fácilmente. El trastorno de personalidad tiene la característica de ser permanente. Esto es muy importante e interesa mucho a los jueces saberlo.

Para captarlo mejor, imaginemos unos grandes almacenes, en los que permutamos la planta 2ª (juguetes para niños) con la planta 5ª (ropa de señoras). Hecho el cambio, el edificio es prácticamente el mismo. Veamos ahora las maneras de comportarse de las diferentes personas ante un cambio así.

          El esquizoide se distanciará más de los vecinos y disminuirán sus relaciones sociales. Le será fácil no salir de casa.

          El esquizotípico se mostrará más extravagante y sus excentricidades dificultarán las relaciones con quienes pueden ayudarlo.

          El paranoico será aún más suspicaz y desconfiado. Por esta razón, no querrá ponerse la vacuna.

          El histriónico intentará atraer más atención y ser el protagonista en las actuaciones sanitarias.

          El narcisista tendrá más necesidad de admiración, a pesar de la falta de empatía.

          El dependiente será muy sumiso y, en la búsqueda de ser atendido, tendrá una necesidad excesiva de ser cuidado.

          El obsesivo-compulsivo manifestará grandes preocupaciones por el orden, los horarios, el afán de perfeccionamiento y el control de la situación.

          El evitativo mostrará una inhibición social, sentimientos de inadecuación e hipersensibilidad a la evaluación negativa de los resultados.

          El antisocial se describe a continuación.

          Pero además de este listado de rasgos de personalidad (que no trastorno) existirán, siguiendo a Donald Hevitt, dos grandes grupos de personas que serán también más vulnerables: los emocionalmente inmaduros y dependientes; y los inseguros, nerviosos, tensos, tímidos, cohibidos y auto conscientes.

Trastorno antisocial de personalidad

          El trastorno antisocial de personalidad es un patrón de desprecio y violación de los derechos de los demás. Además del patrón dominante de inatención y vulneración de los derechos de los demás hay que añadir lo siguiente:

a.- Mayoría de edad.

b.- Incumplimiento de las normas sociales respecto a la ley. Se manifiestan por actuaciones que son motivo de detención.

c.- El engaño y la manipulación son centro del trastorno y se manifiestan con mentiras repetidas.

d.- Es frecuente la agresividad, la irritabilidad y la impulsividad.

e.- Tendencia a presentar actos en corto-circuito, es decir, pasar a la acción sin un mínimo de introspección.

f.- Desatención imprudente de la propia seguridad y de la de los demás.

g.- Irresponsabilidad con incapacidad de mantener una conducta laboral coherente o cumplir con las obligaciones económicas.

h.- Ausencia de remordimientos, con indiferencia o racionalización del hecho de haber perjudicado, maltratado o robado a alguien.

          Para la orientación diagnóstica o juicio clínico de un trastorno antisocial no es necesario que la persona presente todas las características descritas. De todos los ítems hay que destacar la irresponsabilidad y la falta de remordimientos. A efectos prácticos de este trabajo sobre la COVID, un rasgo clave es el del incumplimiento de las normas sociales.

          El patrón de impulsividad se manifiesta en la incapacidad para planificar el futuro y en tomar decisiones irreflexivas según el momento, sin tener en cuenta las consecuencias. Es más frecuente en varones que en mujeres.

          Son personas con tendencia a ser irritables y agresivas, involucrándose en peleas. Por su irresponsabilidad, pueden tener conductas de alto riesgo como falta de autoprotección o consumo de sustancias adictivas. Puede haber un patrón de absentismo laboral y un tiempo prolongado de bajas laborales sin justificación. Se muestran crueles, cínicas y despectivas con los sentimientos, derechos y sufrimientos de los demás.

          Pueden tener una elevada concepción de sí mismos y mostrarse arrogantes. Aquellos diagnosticados de trastorno antisocial y trastorno narcisista comparten la tendencia a ser obstinados, simplistas, superficiales, explotadores y faltos de empatía. Pero en los narcisistas no encontramos agresividad y engaño. Y los antisociales no tienen tanta necesidad de admiración ni envidia de los demás.

Consecuencias y repercusiones del trastorno de personalidad antisocial

          Si todas estas aseveraciones las aplicamos a las personas con cargos de responsabilidad como los políticos, podemos encontrarnos con que algunos actúan como virus oportunistas, ya que están habituados a aprovecharse de cualquier contingencia. Siempre en su favor. Son psicópatas, en argot de Kurt Schneider.

La nostalgia, una experiencia agridulce

La palabra nostalgia deriva del griego “Nostós” (retorno) y “Algós” (dolor). Es la añoranza, la aflicción o la tristeza por la pérdida o ausencia del país natal. Nostalgia equivale a sufrimiento moral, incluso desesperanza ocasionada por la ausencia del país natal, y deseo vivo de volver a él.

No a todo el mundo le gusta recordar. Mirar al pasado es un acto de introspección y no todos quieren pensar y moverse en la introspección. Algunos saben que les conviene meditar a cerca del propio pasado, pero no lo hacen por inmadurez o gandulería.

En la “Mirada retrospectiva” de Lou Andreas-Salomé, repasar la vida puede ser muy interesante y un acto de salud mental.

          Añorar el pasado no solo es ser sentimental y romántico. También es una muestra de que la persona, conforme avanza en la vida, se presta a hacer un balance existencial de la misma. Dar la espalda a los hechos vivenciales de nuestra vida es ir contra natura. Lo fisiológico es dejarnos llevar, como en los sueños, que no se pueden escoger.

          El peso, la estatura, el color de los ojos o de la piel, e incluso el equipamiento enzimático de nuestra genética, se pueden medir y evaluar. Y son siempre los mismos. En cambio, los recuerdos, los lloros y las sonrisas no se pueden medir y, sin embargo, tienen mucha importancia y siempre están presentes. Con la edad el baúl de los recuerdos se amplifica y crece. Sus contenidos, con el tiempo, estarán llenos de resonancias, significados y simbolismos.

          En mi experiencia de consultor psiquiátrico en diversas residencias de ancianos he visto a portadores de un trastorno cognitivo que, de manera insidiosa, van perdiendo sus señas de identidad. Llegan a veces a no recordar nada de su vida pasada y pueden llegar al extremo de no identificar aquella foto que desde siempre ha estado en su mesilla de noche y que corresponde al día de su boda…

          Ante los avances tecnológicos, la industrialización, el desarrollo económico, las migraciones, los procesos de transculturación, etc., la literatura, el arte y la estética quizá claudiquen algo. Todo este conjunto de factores sociales forman parte del enfermar humano y constituyen el vector sociológico en la etiología y patogenia de la enfermedad mental. Es fácil tener en cuenta que el vector social incluye los componentes económico, cultural, filosófico, antropológico, religioso, de hábitos y costumbres, etc.

          La nostalgia está presente en muchos ámbitos de la persona humana: exilios, migraciones, arte, literatura, poesía. De los poetas catalanes que han tratado la nostalgia destacamos a: J.V. Foix, Salvador Espriu, Joan Brossa, Josep Carner, Marià Manent, Martí i Pol, Carles Riba y Joan Vinyoli.

 ¿Qué tiene que ver la nostalgia con la situación vivencial de los ciudadanos de hoy por la acción directa del COVID?

          La respuesta es que considero que cualquier ciudadano puede vivir el virus como unas pérdidas y restricciones molestas: ya no volverá a gozar de las personas y cosas que ha tenido siempre. De todo lo que tenía y que ahora teme perder o ha perdido…

El factor sociológico de la anomia

          Sería por mi parte un error grave no contemplar los factores sociológicos en la génesis y dinámica del COVID, los cuales cada día se tienen más en consideración.

          La sociedad de hoy se caracteriza por una serie de con-causas. Entre otras, hay que contemplar la competencia feroz, la incomunicación, la represión, la falta de integración de los componentes que forman parte de una colectividad, la inseguridad en las relaciones interpersonales y, especialmente, la estructura cambiante de la realidad social, en la cual el sujeto se encuentra inmerso en una vorágine al crear muchas expectativas y metas que posteriormente se ven inalcanzables e imposibles.

          La anomia equivale a desorganización y desmoralización sociales. No se trata de una condición psicológica o psicopatológica sino de un rango sociológico, un rasgo formal y dinámico del grupo humano.

          El aumento del nivel de competencia obliga a la descohesión y dispersión del grupo. Competencia implica aislamiento social y aquellos que compiten pueden vivir juntos sin existir comunidad.

          No sólo aumenta en número de conflictos sino que, lo que es peor, los conflictos se tienen que metabolizar a solas, para no ofrecer a los otros flanco visible alguno.

          La desorganización social afecta a tres funciones básicas: la función de socorro mutuo, la función reguladora de las relaciones sociales y la función de sostén de los miembros en dificultades.

          La anomia queda en última instancia como expresión de la inhospitalidad de las grandes ciudades. A criterio de Mitscherlich se ha hecho posible que la correlación gran ciudad-neurosis sea por sí misma un problema que obliga a la consideración pluricausal y multivectorial: económica, política, sanitaria, urbanística.

          Es muy triste decirlo, pero en nuestro país, y desde hace años, nos hallamos ante una situación social enfermiza que concreto en:

  • Corrupción endémica de la clase política
  • Prepotencia de la justicia
  • Desorientación de la universidad
  • Los escándalos de la Iglesia
  • La esterilidad mortificante del ejército

          Estas instituciones han dejado de ser referentes al no dar ejemplo ni servir de referentes, sobre todo a adolescentes y jóvenes. Por el contrario, son noticia de manera continuada por su protagonismo e implicación en sucesos de signo negativo.

          La potencial autoridad de los padres ha sido, de entrada, totalmente desarbolada, ya que las instituciones citadas -en principio investidas de autoridad- han renunciado a su rol. Por lo menos en gran parte. En lugar de ayudar a la sociedad, muchas veces crean problemas donde no los hay.

Anécdota: Viktor Frankl

          Cuando le preguntaron a Viktor Frankl sobre cuál era la mejor jugada de ajedrez, su respuesta no se hizo esperar:

“La mejor jugada de ajedrez depende de la posición e incluso del estilo y nivel del contrincante (así en la vida como en el deporte)”.

          Depende, como todo, del contexto. Parte de este contexto, por cierto, es la neurosis colectiva que según Frankl caracteriza a cada época. Para la nuestra, su diagnóstico es el vacío existencial. Dentro de este vacío aparecen muchos signos de nuestro tiempo: depresiones, suicidios, adicciones químicas o comportamentales.

          De este pensamiento de Frankl tendríamos que sacar la lección de que el contexto tiene que ser el quicio a tener en cuenta en todas las dimensiones y condiciones humanas: contexto sanitario, contexto político, contexto económico, contexto histórico-cultural, contexto religioso, contexto filosófico, concepto antropológico-asistencial; teniendo en cuenta, además, que cada contexto se relaciona con los otros.

          Es cierto que en el contexto global de la pandemia la última responsabilidad la tienen los gobernantes, al disponer de los datos. Las decisiones deben estar fundamentadas en la argumentación y la documentación de los científicos, nunca en criterios arbitrarios, subjetivos o parcial o totalmente irracionales.

Consideraciones finales

Los protagonistas

          Los protagonistas de esta historia -sanitarios, políticos, economistas, jueces, periodistas, sociólogos, etc.-, que están preparados para sus respectivos roles, no lo están psicológicamente para entrar en la dinámica y confrontación dialéctica en las muchas mesas redondas programadas. Estas personas no están acostumbradas a trabajar en equipo cuando la naturaleza del “problema” que estamos analizando exige trabajar en equipo y escuchar las opiniones de los demás.

Situación vivencial

          Debido al virus muchas personas viven o han vivido, sea cual sea su situación vivencial, alguna herida en su narcisismo y en su soberbia. Se preguntan cómo puede esto estar pasando si estamos muy avanzados tecnológicamente o qué se ha creído este virus, que me limita mi vida y no me deja vivir como yo quiero.

Medidas restrictivas

          Es comprensible e inteligible que las restricciones tomadas provocan en el ciudadano rabia, malestar, inseguridad, incertidumbre. Ello ha obligado a las autoridades a tomar medidas para que sea posible la convivencia social en la vida cotidiana.

Psicólogos y psiquiatras

          Considero que se tendría que dar más protagonismo en los medios de comunicación a los psicólogos clínicos y a los médicos psiquiatras: ellos son los profesionales más acostumbrados a aliviar la tristeza vital y el dolor moral.

Juventud

          Hemos podido comprobar que los fines de semana cierta juventud ha mostrado dificultad para aceptar las normas dictadas en forma de restricciones. Su actitud reivindicativa y rebelde se puede considerar irregular y anómala.

Charles Baudelaire

          Baudelaire hablaba de “le plaisir de l´ennui”. Para los jóvenes y adolescentes lo prohibido tiene más aliciente, atractivo, encanto.

Gracia Guillén

          Habla de la problemática de los toxicómanos afirmando que es necesaria la existencia de un equilibrio entre deberes y derechos. No solo contempla esto último, como pasa a menudo con los jóvenes toxicómanos (15-25 años) con trastornos de personalidad antisocial. Creen que las indicaciones, los consejos y los asesoramientos (no las prohibiciones) de los responsables de la sociedad no son más que arbitrariedades de los políticos.

Hubertus Tellenbach

          Este catedrático de psiquiatría de la universidad de Heidelberg, en la década de los 80, observó que los padres de los estudiantes protagonistas de la revolución estudiantil llamaban la atención por su absoluta falta de compromiso con sus hijos, especialmente con sus hijos varones. Su entrega a un trabajo sin descanso y la amplia ayuda material brindada a los hijos, les permitía a estos la total independencia respecto a los padres y a eludir su contacto y su implacable interrogar.

          A aquellos padres parecía no importarles la responsabilidad que implica un hijo varón. La protesta estudiantil contra el padre no iba dirigida contra determinados estilos autoritarios sino, por el contrario, a la “inconsistencia” de aquella manera de ser padre, que evitaba toda confrontación y no estaba dispuesto a legitimar su paternidad cuestionada.

          La ausencia del padre puede haber contribuido al desarrollo de la revolución estudiantil de mayo de 1968 en París.

          El filósofo Gabriel Marcel, en una nota espléndida y muy oportuna, había señalado a Tellenbach lo que se leía en aquellos tiempos en los muros de París:

“LE PÈRE PUÉ” (El padre apestoso)

          Efectivamente, aquellos estudiantes rechazaban identificarse con los padres. Querían hundir definitivamente esta figura tan despreciada con desaire y falta de afecto; y quizá de esta manera extirpar los propios deseos inconscientes de ser padre o madre alguna vez.

El impacto emocional del virus

          El impacto emocional del virus ha sido y es tan fuerte que hasta cierto punto es comprensible que las personas claudiquen mentalmente:

Por la aparición brusca e inesperada del virus.

Por las características de la enfermedad (vía de contagio, tiempo de incubación, etc.).

Por la pérdida en vidas humanas.

Por los incalculables daños económicos.

Por el desconocimiento de la evolución clínica y pronóstico.

Por la no existencia de un tratamiento etiológico.

Por estar pendientes de la vacuna.

Por la necesidad de consenso en las pautas de salud pública.

Por las incertidumbres del futuro.

¡Que Dios nos ampare!