HIROSHIMA O “EL  FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS”

Acabamos de celebrar el  aniversario de la masacre nuclear de Hiroshima que sucedió  el  6 de agosto de 1945.

Nadie con  una mínima sensibilidad moral justificaría – con  la excusa de que favorece no importa qué buena causa – el asesinato de un niño. Pues bien, en Hiroshima y Nagasaki fueron  asesinados por bomba atómica miles de niños, ancianos y mujeres. Las víctimas por efecto de las dos bombas nucleares fueron de modo directo y aproximadamente de 80.000 en Hiroshima y 70.000 en Nagasaki (Sus habitantes eran 350.000 y 270.000 aproximadamente).

Nos hallamos, pues, ante un crimen espantoso que ninguna razón puede justificar: Es un  crimen de guerra, un crimen contra la humanidad.

En cuanto a su justificación: ¿Cuántas palabras se necesitan para hacer bueno el asesinato de tantos inocentes? Además detrás de su imposible justificación se deslizaría una máxima inhumana, la de que “el  fin justifica los medios”: dame un  buen fin y te justificaré el más horrendo crimen.

Se desliza también el relativismo más cruel: no existiría el mal absoluto, se justificaría aun el asesinato de niños si conviene al sujeto inmoral  o a una comunidad que se quiere libre de escrúpulos.

¿Y qué decir si es una mayoría la que lo justifica? (mayoría con  su cerebro convenientemente lavado por unos gobernantes criminales que abusan del  control de los medios de comunicación): También  Hitler subió al poder amparado en una mayoría: La  conclusión es obvia, si una mayoría aprueba un crimen no por eso deja de ser crimen.

Ya San Pablo nos advierte que no es lícito hacer el mal para que venga el  bien. Y San Juan Pablo II en su luminosa encíclica “Veritatis Splendor” denuncia el  relativismo consecuencialista que viene a decir que una acción  es buena si  sus consecuencias son buenas. En  cambio nos dice el  santo Papa que hay  acciones que siempre son malas por sí mismas: existe el mal objetivo.

¿Acaso porque Estados Unidos ganó la Segunda Contienda Mundial, ya tendría el privilegio  de dar por buenos males espantosos? ¿No  se trataría de un crimen de guerra porque ganaron?

Por último, aparte de ser un pecado  gravísimo, del  que si no se arrepienten, sus autores y los que los respaldan, los colocaría a las puertas del  infierno, el crimen atómico es además suicida:

En  efecto, si yo uso la bomba nuclear porque creo que me conviene y el  enemigo también dispone de ese armamento y me responde usándolo porque cree que le conviene obtendríamos el arrasamiento  de nuestra nación  y la enemiga. Y es que las acciones inmorales con frecuencia se revelan suicidas.

Podemos pensar que la amenaza atómica es cosa del pasado. Pero los arsenales nucleares no cesan  de crecer. Muchas naciones disponen hoy de esa arma letal. Y en un clima de inmoralidad privada y pública no tenemos ninguna garantía de que no vaya a ser empleada en una u otra de las tan frecuentes crisis internacionales.

Y sólo si la humanidad, y por ende sus dirigentes, vuelve a llamar mal  al mal  y bien al bien, sólo si se regenera moralmente y vuelve a Dios, única luz para andar por el  camino recto, podremos conjurar el terrible riesgo  atómico.

Que no tengamos que decir: Fuimos indiferentes o complacientes con  el  sufrimiento  atroz de tantos inocentes y he aquí que ahora lo sufrimos en nuestra propia carne.

Javier Garralda Alonso