POR HARUMI SUZUKI | ACI Prensa

En una Misa celebrada este 30 de abril en la iglesia del colegio La Salle de Caracas (Venezuela), José Gregorio Hernández Cisneros, conocido como el “médico de los pobres”, fue declarado beato, convirtiéndose en el primer beato laico del país.

La Misa de beatificación comenzó a las 10:00 a.m. (hora local) y fue presidida por el Nuncio Apostólico en Venezuela, Mons. Aldo Giordano.

En la Eucaristía también estuvieron presentes el Administrador Apostólico de Caracas, Cardenal Baltazar Porras; el Arzobispo Emérito de Caracas, Cardenal Jorge Urosa, y un público reducido -debido a las medidas para evitar contagios de coronavirus-, integrado por sacerdotes, religiosas y algunos fieles.

En las letras apostólicas con las que se proclamó beato a José Gregorio, se destacaron sus virtudes y se señaló que el médico fue un “experto en la ciencia y excelente en la fe, que reconociendo en los enfermos el rostro sufriente del Señor, como el buen samaritano, los socorrió con caridad evangélica curando sus heridas del cuerpo y del espíritu”.

Durante la ceremonia, la reliquia del cuarto beato de Venezuela y primer laico beatificado en el país fue llevada por Yaxury Solorzano, la niña que fue sanada milagrosamente por intercesión de José Gregorio, luego de recibir un disparo de escopeta en la cabeza en marzo de 2017 por parte de unos delincuentes que intentaron robar la moto de su padre.

La memoria litúrgica de José Gregorio Hernández se celebrará el 26 de octubre, día de nacimiento del médico.

Durante su homilía, Mons. Giordano agradeció a los que llevaron adelante la beatificación del médico de los pobres a pesar de las dificultades que atraviesa el país. Señaló que esta beatificación es un regalo del Papa Francisco a Venezuela e indicó que el Santo Padre ha mostrado sus deseos de visitar el país.

El Nuncio Apostólico agregó que ha sido un honor y alegría el participar “en la realización de este gran sueño de todo el pueblo de Venezuela” y señaló que la alegría de este día no debe disminuir por la grave situación de la pandemia.

Mons. Giordano indicó que por esta crisis sanitaria la ceremonia ha tenido que ser reducida y agradeció a quienes se unieron a la beatificación a través de los medios de comunicación, especialmente los que se han visto “obligados a salir de su patria por circunstancias dolorosas”.

“Parece providencial celebrar la beatificación de un médico en medio de una pandemia que afecta a toda la humanidad. Oremos por los millones de víctimas y todos los enfermos a causa del virus”, instó.

El representante vaticano indicó que en la figura del nuevo beato la Iglesia “rinde hoy a los profesionales de la medicina y de la salud un homenaje de reconocimiento, gratitud y oración” y pidió la intercesión de José Gregorio para que el “acceso a las vacunas se logre juntos, sin divisiones”.

Además, resaltó que la beatificación del médico de los pobres confirma que “Venezuela es y será siempre tierra de gracia, aunque las circunstancias puedan sugerir lo contrario”.

“El nuevo beato es capaz de unir a sus compatriotas por encima de las diferencias sociales, políticas y económicas, e incluso de las ideológicas o religiosas”, indicó. “Me atrevo a decir que tal vez, en estos momentos, no existe en Venezuela otra figura más querida y aceptada por todos como el doctor José Gregorio Hernández”, agregó.

Asimismo, indicó que el nuevo beato es uno “de los mejores venezolanos de todos los tiempos” y subrayó que su secreto era “su fe, su constante búsqueda por hacer la voluntad de Dios, su poner en práctica los mandamientos, su ser discípulo de Jesucristo, su vida de oración, su amor por la Eucaristía”.

“La fe le permitió al doctor José Gregorio entrar en una nueva dimensión, comprender su vida y la historia con los ojos de Dios, ver que la existencia humana no termina en el sufrimiento, en el dolor y la muerte, sino en la eternidad, en el paraíso”, resaltó.

Mons. Giordano señaló que en el nuevo beato se puede encontrar a un médico, a un catedrático, pero al mismo tiempo se descubre la “humildad radical, la renuncia a la arrogancia y la dedicación a los pobres”.

“El doctor José Gregorio reconoció la imagen más pura de Dios en el rostro de los demás, en particular en el de los pobres, los necesitados, los migrantes, los privados de libertad, con los que Jesús se identificó”, agregó.

El Nuncio Apostólico indicó que “el respeto de la dignidad y la libertad de las personas es un mandamiento divino” y agregó que el nuevo beato luchó por “el respeto de la dignidad sagrada de la vida desde el instante de la concepción hasta la muerte natural”.

“Que el nuevo beato conceda a nuestro amado país el milagro de la reconciliación, de la unidad nacional, de la fraternidad”, pidió.

Finalmente, Mons. Giordano pidió que la intercesión del nuevo beato ayude a descubrir “más allá del cansancio, las lágrimas y los obstáculos del camino, la verdadera felicidad que el señor Jesús nos ha preparado”.

Al finalizar la Misa, se le entregó a cada diócesis un relicario con una reliquia del nuevo beato, que reposará en la iglesia o santuario que cada obispo designe.

Breve biografía

José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de 1864 en el pequeño pueblo campesino de Isnotú, en el estado de Trujillo (Venezuela). Su madre falleció cuando él estaba a punto de cumplir los ocho años.

Estudió medicina en Caracas y tuvo tanto éxito que el presidente venezolano lo envió a estudiar microscopía, histología normal, patología y fisiología experimental en París.

Al volver fue profesor en la Universidad Central de Caracas. Después de llevar a su familia a la capital, quiso ser monje de clausura en Italia, para dedicarse solo a Dios.

En 1908 entró a la Cartuja de Farneta con el nombre de hermano Marcelo. Sin embargo, algunos meses después se enfermó y su superior le ordenó volver a Venezuela para recuperarse.

Llegó a Caracas en abril de 1909 y ese mismo mes recibió permiso para ingresar en el Seminario Santa Rosa de Lima, pero siguió anhelando la vida monástica. Volvió a Roma luego de tres años, hizo algunos cursos de Teología en el Colegio Pío Latinoamericano, pero una vez más enfermó y tuvo que volver a Venezuela.

Comprendió que Dios lo quería laico y ya no intentó volver a la vida religiosa. Decide convertirse en un católico ejemplar siendo médico, sirviendo al Señor en los enfermos.

Dedicaba dos horas diarias a servir a los pobres.

Un día, mientras cruzaba la calle para comprar medicinas para una anciana muy pobre, fue atropellado y llevado a un hospital donde un sacerdote pudo impartirle la Unción de los enfermos antes de morir el 29 de junio de 1919.

Caracas se conmovió y muchos decían: “Ha muerto un santo”. Fueron tantos los que asistieron a su velorio que las autoridades tuvieron que intervenir para organizar a la multitud que quería despedirse de él.

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