Jornada d’estudi

Intel-ligència artificial i transhumanisme

Barcelona, 16.3.2017

 

Ecología integral, paradigma tecnocrático y transhumanismo

Ermanno Pavesi

Secretario General de la FIAMC

 

En la carta Encíclica Caritas in Veritate el papa emérito Benedicto XVI identifica un gran peligro para el futuro de la humanidad en un uso incorrecto de los progresos científicos sobre todo en el campo de las biotecnologías: «En la actualidad, la bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral. Éste es un ámbito muy delicado y decisivo, donde se plantea con toda su fuerza dramática la cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios. Los descubrimientos científicos en este campo y las posibilidades de una intervención técnica han crecido tanto que parecen imponer la elección entre estos dos tipos de razón: una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la inmanencia. Estamos ante un aut aut decisivo» (N. 74).

El papa Benedicto pone aquí dos alternativas: es el hombre solo un producto de un proceso evolutivo? Puede el hombre mismo reglar este proceso o es una criatura de Dios? Puede la razón encerrada en la inmanencia, es decir solo por lo medio de las leyes naturales, explicar ahora o por lo menos en futuro toda la realidad? O es la naturaleza del hombre inexplicable solo por lo medio de la razón por lo que el misterio del hombre necesita el ayudo de la revelación? El futuro de la humanidad depende de una alternativa, si se considera al hombre como un producto de sí mismo o si depende de Dios.

La encíclica de Papa Francisco Laudato si’ se basa también en una distinción análoga aplicada no solo al ser humano sino a toda la naturaleza interpretada como creación: «decir “creación” es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado. La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y gestiona, pero la creación sólo puede ser entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal» (N. 76).

La teología de la creación reconoce «que Dios ha creado el mundo inscribiendo en él un orden y un dinamismo que el ser humano no tiene derecho a ignorar» (N. 221). La intervención humana debe tener en cuenta el orden interno de la creación, evitando manipulaciones y solo desarrollando las propiedades inherentes en cada cosa y en cada ser.  «En realidad, la intervención humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo colocó en las cosas» (N. 124).

Desde el siglo XVI. se establece una concepción que considera al universo y todos los seres como una máquina: «Conocer  la realidad significa darse cuenta de como marcha la máquina del mundo, y (por lo menos  teóricamente) es posible desmontar la máquina  en sus partes y luego volverla a montar de nuevo.  Se trata de una tesis revolucionaria: anteriormente la naturaleza era un modelo para la técnica, mientras para la ciencia moderna es la esfera artificial la que sirve como modelo para comprender la naturaleza, aún más en el 1605 el filósofo ingles Francis Bacon (1561-1626) argumentó que no existe una diferencia real entre seres naturales y artefactos. El filósofo francés Descartes (1596-1650) mantuvo que los animales, y también los cuerpos humanos, son sólo autómatas más perfectos de las máquinas corrientes porque creados por Dios, pero sosteníaa que con el progreso de la ciencia será posible construir imitaciones de animales tan similares que no sería posible distinguirlas de los animales “naturales”: «Y aquí me extendí particularmente haciendo ver que si hubiese máquinas tales que tuviesen los órganos y figura exterior de un mono o de otro animal cualquiera, desprovisto de razón, no habría medio alguno  que nos permitiera conocer que no son en todo de igual naturaleza que esos animales» .

Ni Bacon ni Descartes hablaban todavía de construir un ser humano. Pero en el siglo XVI ambientes esotéricos cultivaron el sueño de crear un hombre de la materia inerte, es el golem de místicos judíos, y el homúnculo de los alquimistas. Alquimistas pensaron de poder crear un nuevo hombre en una probeta.

Con el nacimiento de la ciencia moderna se afirma el modelo mecanicista de la realidad: toda la realidad puede ser explicada por las leyes naturales y no tendría necesidad de admitir la existencia de un espíritu vital, de un alma vegetativa, sensible y espiritual, o de la intervención divina. Estas teorías son difundidas en los programas escolares y por los medios de información. En la homilía del 12 de septiembre de 2006 el entonces Papa Benedicto XVI dijo: «Creemos en Dios. Esta es nuestra opción fundamental. Pero, nos preguntamos de nuevo: ¿es posible esto aún hoy? ¿Es algo razonable? Desde la Ilustración, al menos una parte de la ciencia se dedica con empeño a buscar una explicación del mundo en la que Dios sería superfluo. Y si eso fuera así, Dios sería inútil también para nuestra vida».

Es necesario distinguir los conocimientos científicos ciertos de las interpretaciones ideológicas como subraya papa Francisco en la exhortación apostólica Evagelii gaudium: « […] en ocasiones, algunos científicos van más allá del objeto formal de su disciplina y se extralimitan con afirmaciones o conclusiones que exceden el campo de la propia ciencia. En ese caso, no es la razón lo que se propone, sino una determinada ideología que cierra el camino a un diálogo auténtico, pacífico y fructífero».

Justo estas ideologías han elaborado el «paradigma tecnocrático dominante» (N. 101) en nuestra sociedad que tiene una «confianza irracional en el progreso y en la capacidad humana» (N. 19) y que cultiva un «crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos» (N. 106). Este paradigma no reconoce el orden en la naturaleza si no considera la naturaleza como materia informe manipulable a placer. Una ecología verdaderamente integral debería oponer «resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático» (N. 111) en particular cuando este paradigma quiere transformar al hombre.

La encíclica Laudato si’ contrapone la teología de la creación y el paradigma tecnocrático.

Le teología de la creación

La teología de la creación implica que el mundo no procedió del caos o de la casualidad, y que el hombre, sobre todo sus actividades psíquicas superiores, no puede ser explicado completamente por las ciencias naturales.

«Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos» (Sal 33,6). Así se nos indica que el mundo procedió de una decisión, no del caos o la casualidad, lo cual lo enaltece todavía más. Hay una opción libre expresada en la palabra creadora. El universo no surgió como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o de un deseo de autoafirmación. La creación es del orden del amor. El amor de Dios es el móvil fundamental» (N. 77).

Bruno Vollmert, (1920-2002) un científico experto de la química macromolecular y de la síntesis de los polímeros ha demostrado que la hipótesis evolucionista del origen del ADN no tiene base científica.

«El ser humano, si bien supone también procesos evolutivos, implica una novedad no explicable plenamente por la evolución de otros sistemas abiertos. Cada uno de nosotros tiene en sí una identidad personal, capaz de entrar en diálogo con los demás y con el mismo Dios. La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico» (N. 81).

Noam Chomsky, probablemente el lingüista más importante de nuestro tiempo, por otra parte anarquista y ateo, mantiene que los seres humanos pueden empezar a hablar porque están genéticamente dotados de una facultad innata de lenguaje, lo que el llama “gramática universal”. Chomsky define el lenguaje un “milagro biológico” porque no es posible que se sea desarrollado desde las formas de comunicación de los animales:

«La facultad humana del lenguaje parece ser una verdadera ‘propriedad de la especie’, con escasa variación entre los seres humanos y sin que exista nada ánalogo en otros seres biológicos».

El paradigma tecnocrático

Según el paradigma tecnocrático los entes naturales no tendrían un orden intrínseco, o no es posible reconocerlo, sino serían  sólo un conjunto de propiedades separadas que se pueden manipular, potenciando algunas y eliminando otras.

La teoría del perfeccionamiento humano (human enhancement) aplica estos conceptos  también al hombre y sostiene legítimo modificar facultades tales como la resistencia física, la inteligencia o la memoria utilizando productos químicos, trasplantes, la modificación genética o implantes de prótesis. cyborg

Hay también corrientes de pensamiento que quieren modificar radicalmente las propiedades del hombre y transformarlo in un ser diferente, en un ser transhumano que tiene que convertirse en un ser tan diferente del hombre de hoy que merecerá de ser llamado posthumano.

Una técnica importante es la transgénesis, es decir la transferencia de material genético (ADN) proveniente de otro organismo. Un teórico del perfeccionamiento humano, Jiulian Savulescu, de la universidad de Oxford,  sostiene que: «La transgénesis se puede utilizar para insertar genes responsables de la habilidad física superior a los animales, por ejemplo, un hombre podría tener el oído de un perro, la agudeza visual de un halcón, la visión nocturna de un búho, o incluso ser capaz de moverse con el sónar como un murciélago». Pero nos podemos preguntar si el perfeccionamiento de la vista consiste en el ver como un halcón o contemplar la belleza de la naturaleza o de una pintura y si el perfeccionamiento del oído consiste en percibir ultrasonidos o disfrutar de la voz humana o de una sinfonía. Ya la cubierta del libro Savulescu ofrece un ejemplo elocuente de este perfeccionamiento: muestra a un hombre con músculos enormes, casi monstruosos.

Instructión Dignitas personae  de la Congregación para la Doctrina de la Fe

La Congregación para la Doctrina de la Fe ha criticado teorías transhumanistas también por la posibilidad de derivas eugenéticas: «Una consideración específica merece la hipótesis según la cual la ingeniería genética podría tener finalidades aplicativas distintas del objetivo terapéutico. Algunos han imaginado que es posible utilizar las técnicas de ingeniería genética para realizar manipulaciones con el presunto fin de mejorar y potenciar la dotación genética. En algunas de estas propuestas se manifiesta una cierta insatisfacción o hasta rechazo del valor del ser humano como criatura y persona finita. Dejando de lado las dificultades técnicas, con los riesgos reales y potenciales anejos a su realización, tales manipulaciones favorecen una mentalidad eugenésica e introducen indirectamente un estigma social en los que no poseen dotes particulares, mientras enfatizan otras cualidades que son apreciadas por determinadas culturas y sociedades, sin constituir de por sí lo que es específicamente humano. Esto contrasta con la verdad fundamental de la igualdad de todos los seres humanos, que se traduce en el principio de justicia, y cuya violación, a la larga, atenta contra la convivencia pacífica entre los hombres. Además, habría que preguntarse quién podría establecer que ciertas modificaciones son positivas y otras negativas, o cuáles deberían ser los límites de las peticiones individuales de una presunta mejora, puesto que no sería materialmente posible satisfacer los deseos de todos. Cada respuesta posible sería el resultado de criterios arbitrarios y discutibles. Todo esto lleva a concluir que la perspectiva de una manipulación genética con fines de mejoras individuales acabaría, tarde o temprano, por dañar el bien común, favoreciendo que la voluntad de algunos prevalezca sobre la libertad de otros. Finalmente hay que notar que en el intento de crear un nuevo tipo de hombre se advierte fácilmente una cuestión ideológica: el hombre pretende sustituirse al Creador.

Al declarar este tipo de intervención como éticamente negativa, en cuanto implica un injusto dominio del hombre sobre el hombre, la Iglesia llama también la atención sobre la necesidad de volver a una perspectiva centrada en el cuidado de la persona y de educar para que la vida humana sea siempre acogida, en el cuadro de su concreta finitud histórica».

Conclusión

El filósofo italo-alemán Romano Guardini (1885-1968) en su obra El ocaso de la edad moderna publicada en el 1950 describe la historia de la modernidad como un alejamiento de los principios cristianos e interpreta el nacionalsocialismo no como la última manifestación de una época autoritaria si no como el comienzo de una nueva época:  «Ya Nietzsche advirtió que el hombre no cristiano de la Modernidad no sabe realmente lo que significa no ser cristiano. Las décadas pasadas han proporcionado un esbozo de ello, y sólo constituyeron el comienzo». De hecho la eugenesia, la eutanasia y ahora la teoría del transhumanismo, nueva versión de la ideología del superhombre, se han convertido en los “valores” de la cultura dominante.

Concepciones transhumanistas, que en algunos casos corresponden al concepto de Übermensch de Friedrich Nietzsche (1844-1900), que a la vez es traslado con superhombre pero también con transhombre, pretenden eliminar limites y vulnerabilidad humana y son contrarias a la visión cristiana formulada, por ejemplo, por papa Francisco en la encíclica Laudato si’: «Si reconocemos el valor y la fragilidad de la naturaleza, y al mismo tiempo las capacidades que el Creador nos otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito moderno del progreso material sin límites» (N. 78).

Se debe recordar también que la verdadera perfección no consiste en una potenciación de algunas facultades físicas y/o mentales, pero en el mejoramiento moral como ha escrito san Paulo en la primera carta a los Corintios: «Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, […] si no tengo amor, no soy nada» (1 Cor  13,1-3).

 

Resumen

El papa emérito Benedicto XVI y papa Francisco atribuyen las causas de los problemas y de la crisis de nuestra época al rechazo de la visión cristiana, es decir de la teología de la creación que reconoce en hombre y en mundo la existencia de un orden y de una estructura determinada. La cultura actual niega este orden, no acepta los limites y la fragilidad  de la naturaleza humana y quiere modificarla por lo medio del paradigma tecnocrático. Papa Francisco sostiene la necesidad de oponer “resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático”.