Dr. José María Simón Castellví

Presidente emérito de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC)

Miembro de dos Reales Academias

Varios médicos católicos australianos y otros expertos acaban de publicar un artículo en la revista de los médicos católicos de los Estados Unidos, The Linacre Quarterly. Contestan, con gran cortesía académica y con fuertes argumentos, el libro que en 2022 publicó en italiano la Academia Pontificia para la Vida titulado “Ética Teológica de la Vida”. La FIAMC ha publicado en su página web este artículo, cuyo enlace aparece al final de estas líneas.

Empiezan los australianos afirmando la obviedad de que las enseñanzas de la Iglesia católica sobre la sexualidad humana, la anticoncepción y el tratamiento de la infertilidad, están ya bien establecidas y claramente expuestas en numerosos documentos, que incluyen la carta encíclica Humanae vitae de san Pablo VI y la exhortación apostólica Familiaris consortio de san Juan Pablo II.

Por el contrario, el libro de la Academia, en su capítulo 7º, contiene afirmaciones sobre anticoncepción y tecnologías de reproducción asistida que parecen contrastar con las enseñanzas de la Iglesia sobre estos delicados temas.

Los médicos católicos sugieren un mejor conocimiento de los medios hoy disponibles para ayudar a la fertilidad: los Métodos de Concienciación de la Fertilidad y los de Medicina Reproductiva Restauradora. Estos son eficaces, seguros y congruentes con la naturaleza del ser humano y con los deseos de nuestro Creador.

Pablo VI nos pedía a los médicos que consideremos como propia labor profesional el procurarnos toda la ciencia necesaria para dar a los esposos que nos consultan sabios consejos y directrices sanas sobre estos temas delicados que de nosotros esperan con todo derecho. Dar consejos sobre sexualidad, regulación natural de la fertilidad y ayudas a la transmisión de la vida forman parte de la misión del médico.

Los métodos llamados de reproducción asistida en realidad sustituyen a los esposos en lugar de ayudarlos. No transmiten la vida humana como Dios desea y dejan muchos embriones humanos en el congelador o desechados. Los anticonceptivos, a diferencia de los medios naturales de regulación de la fertilidad (que sirven para buscar el hijo o espaciar los nacimientos), violentan varios derechos humanos: el derecho a la vida (los que son microabortivos), el derecho a la salud (por sus efectos secundarios comparados con los naturales), el derecho a la igualdad entre los sexos (la carga anticonceptiva o abortiva recae mucho más sobre la mujer), el derecho a la educación (los seres humanos deberían poder conocer sus signos de fertilidad, como el moco cervical) y el derecho a gozar del mejor medio ambiente posible (la píldora o los condones son contaminantes).

No deseo tomar el nombre de Dios en vano, pero el Creador también tiene sus derechos y, respecto a la transmisión de la vida, nos los ha dejado ya claros en la Escritura, la Tradición y el Magisterio. Es perder miserablemente el tiempo oponerse a una enseñanza clara aunque se arrope con lenguaje académico. Soy perfectamente consciente que, respecto a la anticoncepción y la fecundación in vitro, los que hoy aceptamos las enseñanzas de la Iglesia (y de la naturaleza creada por Dios) somos una minoría. Pero somos una minoría que es levadura. Estamos para ayudar a los esposos y para acoger la vida. De hecho, millones de familias son felices en este mundo (y lo serán más en el otro) viviendo correctamente su sexualidad.

PS/

An Evaluation of Controversial Statements in Etica Teologica Della Vita (catholicmedicine.org)