LA NATURALEZA, UN CAMINO HACIA UN DIOS PERSONAL

Y no energía ciega. Una ecología enloquecida diviniza la Naturaleza, la convierte en ídolo ante el que se inclina: Y el hombre como parte de esa naturaleza sería dios, no existiría el pecado y los mayores crímenes serían obra divina. Y el cómo un hombre sin escrúpulos respetaría la naturaleza constituiría un enigma.

Y en la “Laudato si” del Papa Francisco se enmarca inspiradamente la Naturaleza: Así en el número 76 se nos dice: “Para la tradición judío-cristiana, decir “creación” es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un “proyecto de amor de Dios”, donde cada criatura tiene un valor y un significado”. Y en el nº 78: “Al mismo tiempo, el pensamiento judío-cristiano desmitifica la naturaleza. Sin dejar de admirarla por su esplendor y su inmensidad, ya no se le atribuyó un carácter divino (…) Un retorno a la naturaleza no puede ser a costa de la libertad y la responsabilidad del ser humano(…)”

Y en el nº 77: ““Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos” (Sal 33, 6). Así se nos indica que el mundo procedió de una decisión, no del caos o la casualidad” (…) “La creación es del orden del amor”.

Sin la ternura del corazón de Dios, de un Dios personal, la naturaleza puede resultar un gran desierto. Lo expresa así la pequeña mística, Sta. Teresita de Lisieux en una poesía: “(…) Se abismó mi mirada por la inmensa llanura a cuyo Dueño y Rey yo iba buscando Al ver la flor y el pájaro, el estrellado cielo y la onda pura, Exclamé arrebatada: “Bella naturaleza, si en ti no veo a Dios, No serás para mí más que un sepulcro inmenso.” (“Al Sagrado Corazón de Jesús”, estrofa 3)

E inmenso sepulcro, en otro sentido, puede ser la naturaleza idolatrada, elevada a ídolo, cuando se convierte en inhóspita o sufre convulsiones catastróficas. Un libro que luego citaremos confirma las predicciones del Papa en la “Laudato si” de que el hombre con su comportamiento irresponsable puede destrozarse a sí mismo al tiempo que destroza la naturaleza. El peor castigo que Dios puede permitir es dejar abandonado al hombre a su libertad, dejar que recoja los dañinos frutos de su mal hacer.

Pero no sólo los pecados directos contra la Naturaleza exterior, sino más aún los pecados contra la propia naturaleza humana y contra sus congéneres (ecología humana y social que recoge el Papa) pueden concitar que los elementos salgan de su orden y azoten a la humanidad: Dice la Sagrada Escritura: “Pues la creación, sirviéndote a Ti, que la hiciste, despliega su energía para atormentar a los malos, y la mitiga para hacer bien a los que en Ti confían” (Sabiduría, 16, 24).

Y en el libro aludido podemos leer: “Con más frecuencia pasan terremotos, tornados, tsunamis, pero eso sólo es el principio del fin, pues las calamidades y tragedias se sucederán con más rapidez y el hombre dirá que es la naturaleza, y así es; pero es debido a la falta de fe y a la falta de caridad con sus hermanos. Si el hombre volviera la cabeza a Dios, éste alargaría el tiempo, con su poder infinito, calmaría a la naturaleza, daría tregua al hombre, por mi sacrificio, y renovaría la vida en la tierra del hombre. Pero para ello el hombre tendría que reconocer que hay un solo Dios, y que yo su Hijo, debo ser reconocido en todo lugar. Se crearía un mundo nuevo de respeto a Dios y amor a los hombres:” (“Un alma en Cristo”, por Dolores Ávalos, vol. 5, pág. 243).

De modo que nada de fatalismo, como si estuviéramos sometidos al hado de las fuerzas cosmológicas de modo inexorable. Todo está sometido a Dios, que si es justicia, es sobre todo misericordia entrañable. Como dice en unas apariciones recientes la Virgen “Con la oración y el sacrificio podéis detener las guerras  y evitar catástrofes naturales.”.

Si el hombre, y la mujer, vuelven de errados caminos y adoran al Dios bueno, en comunión con todos sus hermanos de la naturaleza, del hermano sol y la hermana tierra, como decía San Francisco, y también recoge el Papa, podríamos esperar tiempos de paz y de bonanza de la naturaleza. Si , por el contrario, el ser humano no acoge en su corazón tantas llamadas a volverse al Corazón de Dios, rico en misericordia, el porvenir de la humanidad, no importa que medios tecnológicos usara, sería sombrío.

Javier Garralda Alonso

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