¿CASTIGA YA DIOS EN ESTA TIERRA?

¿EL CASTIGO PUEDE SER OCASIÓN PARA LA MISERICORDIA DIVINA?

Antes que nada, centremos la cuestión afirmando que el temor al castigo, el mero temor o miedo cerval no construye nuestra casa espiritual. Y en cambio el amor nos hace más dúctiles a la gracia de Dios, nos acerca a Él.

Pero sentado lo anterior hay que observar que en la pedagogía divina también tiene su lugar un saludable temor a los castigos eternos y temporales que es muchas veces un camino hacia el amor:

Así leemos en el Catecismo: Nº 1964: “El temor al castigo y ciertas promesas temporales, han sido necesarias, incluso bajo la Nueva Alianza.”

Y, Nº 2090: “La esperanza es aguardar confiadamente la bendición divina y la bienaventurada visión de Dios; es también el temor a ofender al amor de Dios y de provocar su castigo”.

A veces se comenta que el temor al castigo, o los propios castigos divinos, serían exclusivos de los tiempos del Antiguo Testamento. Sin embargo también en el Nuevo Testamento e incluso en el Evangelio podemos encontrar casos de graves castigos que llenan de saludable temor a los fieles:

Citemos el caso de la repentina muerte de Ananías y su mujer Safira por haber mentido a Dios: El contexto es que los dueños de haciendas las vendían y los depositaban a los pies de los apóstoles para socorrer a los más pobres, “pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira, su mujer, vendió un campo y retuvo una parte del precio (…) y llevó el resto a los pies de los Apóstoles. Díjole Pedro, (Después de observarle que podía libremente no haber dado nada o retener su campo) : “Ananías (…) No has mentido a los hombres, sino a Dios”. Al oír Ananías estas palabras cayó y expiró (luego murió del mismo modo Safira también partícipe del engaño) (…) Gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de cuantos oían tales cosas” (Apóstoles, 5, 1-11).

También, en el propio Evangelio, Jesús llora al prever la futura ruina de Jerusalén (Lc 19, 41-44): “(…) al ver la ciudad (Jerusalén) lloró sobre ella diciendo: Si al menos hoy conocieras tú lo que hace la paz tuya: Porque días vendrán sobre ti, y te rodearán de trincheras tus enemigos y te cercarán y te estrecharán por todas partes, y te abatirán al suelo a ti y a los hijos que tienes dentro, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por no haber conocido el tiempo de tu visitación” (por no haber acogido a Jesús, visita de Dios mismo).

Aquí queda claro que si nuestra actitud se hace buena, podemos evitar también los castigos temporales.

Además hay que subrayar que no todo lo que tiene apariencia de castigo, lo es en realidad: Y que en un castigo colectivo también sufren los inocentes, que con su dolor sufrido con y por amor, descuentan males eternos y terrenales a los culpables, a imitación de Cristo que siendo infinita inocencia sufre por la salvación de nosotros pecadores. (Así, por ejemplo, San Jerónimo Emiliani, murió víctima de la plaga de la peste por cuidar a los afectados por ella).

También hemos de evitar el juicio temerario de que si nos hemos librado de una catástrofe es porque somos mejores que las víctimas. Así el propio Jesús comentando el caso de unos galileos asesinados por los romanos, dice: “¿Pensáis que esos galileos fueron más pecadores que los otros por haber padecido todo esto? Yo os digo que no; y que si no hiciereis penitencia todos igualmente pereceréis.” (Lc 13, 1-5)

Aquí también queda claro que el hacer penitencia nos puede librar no sólo de castigos eternos, sino también de castigos temporales.

También en las apariciones de la Virgen en Fátima vemos que depende de nuestro comportamiento el que se cumplan los castigos anunciados o no. El 13 de julio de 1917 la Virgen anuncia: “La guerra va a terminar (la 1ª guerra mundial). Pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor (la 2ª guerra mundial)”.

Subrayemos que cuando se rebasa una cierta medida de maldad, cabe esperar un castigo del Cielo: El continuar pecando sin arrepentirse atrae diversos castigos sobre la humanidad. Y, al revés, el enmendarse o arrepentirse sinceramente nos libra de muchos males.

Así en las presuntas apariciones recientes de la Virgen en Medjugorje fueron confiados a los jóvenes videntes unos secretos, algunos de los cuales suponían un grave castigo. Y la Virgen dijo a los videntes que “un mal que amenazaba al mundo (…) ha disminuido gracias a la oración y el ayuno”. También nos dice “Con la oración (el Rosario) y el ayuno, se pueden detener guerras y se pueden suspender las leyes naturales”: Es decir si nos convertimos podemos evitar a nosotros mismos, y a los demás hermanos, graves catástrofes. Todo castigo anunciado por el Cielo puede ser evitado por la oración y la penitencia.

Y, finalmente, aun en el castigo Dios está deseando aplicar su misericordia: Es difícil concebir mayor castigo que el que sufría el Buen Ladrón muriendo en la cruz, y sin embargo este terrible sufrimiento fue ocasión para que el ajusticiado “robara” el Paraíso. Si aceptamos con espíritu de penitencia los males, éstos también pueden ser ocasión para que nos abrace la misericordia del Dios de amor, que a veces a través del castigo realiza su último intento salvador.

Javier Garralda Alonso