Si un hombre casado deja a su mujer y a sus hijos porque “ama” a otra, ¿se trata de verdadero amor?

Este sucedáneo de amor está entreverado de odio a su esposa y a sus hijos. Por lo que no se trata de amor verdadero, que se extiende a todos, a partir de un amor particular.

Por otra parte, si uno ama verdaderamente no sólo ama con el cuerpo, sino también con su alma. Y desea que su cónyuge vaya por caminos rectos y a reunirse con ella, o él, eternamente en el Cielo: es un amor eterno. Decía San Juan Crisóstomo (cfr. Catecismo, nº 2365): “…porque la vida presente no es nada (habla un esposo-a), mi deseo más ardiente es pasarla contigo de tal manera que estemos seguros de no estar separados en la vida que nos está reservada…”

Ahora bien, la acción del que es infiel a su mujer pone en peligro la salvación de ella, que puede verse tentada a otra relación irregular. (Y lo mismo puede decirse respecto a otras parejas irregulares, como la de homosexuales, que con su práctica ponen en peligro la salvación eterna del otro, al inducirle a actos contrarios a la Ley de Dios). Por tanto, esas relaciones irregulares no son amor a las almas inmortales de los afectados. No son verdadero amor.

Así pues, es peligroso el uso subrepticio de la palabra amor para esas uniones irregulares.

Somos humanos y proclives al pecado y puede resultar tentador confundir pasión desordenada con un amor digno de ese nombre. Una vida con oración, sacramentos y cercanía a la Virgen María, puede ser antídoto contra los impulsos de la lÍbido que nos pueden conducir a un desorden y olvido de lo que es amor verdadero, que lleva consigo una dosis de auto-sacrificio por el bien propio y del cónyuge.

De otro lado, sólo el amor verdadero es compatible con el amor a Dios. Y sin cumplir los Diez Mandamientos no es posible amar a Dios (véase “Veritatis splendor” de San Juan Pablo II). Y un amor cerrado al amor a Dios es evidente que no es amor sino odio. Ya que sin amor a Dios no es posible un amor al hermano digno de ese nombre.

Y para no quede en el terreno de la teoría relatemos el caso que le sucedió a San Pío de Pietralcina: Fue a confesarse con él una mujer famosa que quería pedirle la curación de su pareja. El P. Pío con su penetración de las conciencias le dijo: “Pero no es tu marido ¿verdad?” Y tras venir a decirle que mientras conviviera irregularmente con ese hombre no podía darle la absolución, añadió: Este señor morirá de aquí a cuatro meses y si no lo dejas morirá en pecado. Y le vino a decir: Tienes que elegir entre tu amor humano y su bien sobrenatural. La mujer se fue y al cabo de unos días volvió tras haber dejado a su pareja irregular y el P. Pío, contento, le dio la absolución. Y, aunque no se cuenta, el hombre se supone que se salvó muriendo en gracia y la mujer, convertida, inició una nueva vida. (véase “El santo”, 2008,  J.M. Zavala).

Javier Garralda Alonso