El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la salvación: “quien no naciera del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de los Cielos” (Jn 3, 5.- En nº 1277 del Catecismo). Así para quien conoce la Fe y puede bautizarse el Bautismo ritual es el camino de salvación.

Pero, ¿qué sucede con los niños muertos sin bautismo? Una interpretación restrictiva y supuesto que los niños son inocentes, dio nacimiento a la idea de un Limbo, con felicidad natural, pero sin visión de Dios, sin Cielo. La Iglesia no se ha pronunciado al respecto. Y se ha dicho, más recientemente, que al final del mundo sólo seguirían existiendo Cielo e Infierno, y que los moradores del Limbo ascenderían al Cielo, a la fruición de Dios.

De todas formas, está claro que el Bautismo no se ha de entender restringido al ritual. Dice así el Catecismo, nº 1258: “Desde siempre la Iglesia posee la firme convicción de que quienes padecen la muerte, por razón de la Fe, sin haber recibido el Bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este Bautismo de sangre, como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo sin ser sacramento”. “A los catecúmenos que mueren antes de su Bautismo, el deseo explícito de recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación…” (nº 1259)

Y es creíble ampliar ambos bautismos extraordinarios, el de sangre y el de deseo. El propio Catecismo, como veremos más adelante, amplia el de deseo al deseo implícito además del explícito para personas adultas.

Y la Tradición de la Iglesia amplía el bautismo de sangre. En efecto además de la inmolación por profesar la Fe en personas adultas, se puede incluir a los que llamamos Santos Inocentes, sacrificados por el tirano Herodes, y que la Iglesia considera que están en el Cielo, por eso los llamamos santos. Y que en su tierna alma y por gracia especial y de modo sólo conocido por Dios, ofrecieron su vida por y con Cristo.

Y los innumerables niños sacrificados por los nuevos Herodes que los masacran con el aborto, pueden también incluirse, de modo sólo conocido por Dios, entre los mártires. Así se dice en algún escrito edificante.

Respecto al bautismo de deseo el propio Catecismo nos invita a ampliarlo (nº 1260): “(…) de un modo conocido sólo por Dios (…) todo hombre que, ignorando el evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la verdad y hace la voluntad de Dios según él la conoce, puede ser salvado. Se puede suponer que semejantes personas habrían deseado explícitamente el Bautismo si hubiesen conocido su necesidad”.

Pues bien, un edificante folleto, que recogería una revelación privada, nos invita a ampliar el bautismo de deseo al celebrado por terceras personas respecto a los niños que mueren sin ser bautizados: oración y deseo de que reciban el bautismo, con la siguiente oración: “¡Padre eterno! Por el Inmaculado Corazón de María, os ofrezco la sangre preciosísima de Nuestro Señor Jesucristo para que sean lavados en ella todos los niños que han muerto sin bautismo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén” (Padrenuestro, Ave María y Gloria) (También recoge dicho folleto el bautismo en ausencia respecto a esos mismos niños poniéndoles un nombre).

En cualquier caso, esto está en armonía con lo que dice el Catecismo, nº 1261: “En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf. 1Tm 2, 4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: “Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis” (Mc 10, 14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin bautismo”.

En suma, aunque el camino sea misterioso, podemos confiar en que los niños que mueren sin bautismo, también lleguen a las moradas celestiales. Aunque resulta apremiante la llamada a bautizar, cuando se puede, a los niños pequeños (cfr. Nº 1261).

Javier Garralda Alonso