Nuestra tarea diaria es estar junto al que sufre, curar enfermedades, investigar, descubrir nuevas terapéuticas, gestionar políticas de salud…

Son múltiples los ámbitos en que los médicos podemos ejercer y trabajar, y siempre vamos a encontrar un lugar propicio para ejercer la vocación y la especialidad de los que hemos elegido esta noble profesión.

Pero en tiempos en que la realidad nos deforma las verdades, o las presenta de modo difuso, es preciso establecer límites y pronunciar con rigor científico las verdades médicas que atentan contra la vida y la promoción de la persona humana.

En el ejercicio cotidiano nos podemos llegar a sentir tentados, ya que la ciencia se está alejando del servicio al hombre y se acerca cada vez más a la del mercado. El desarrollo de la tecnología avanza muchas veces sin tener en cuenta el impacto que produce en las personas y esto ineludiblemente seduce al investigador a perder los límites, alimentando el individualismo y las ansias de poder. De este modo la respuesta a la realidad es con un espejismo subjetivo, mientras que lo que ella reclama son soluciones concretas y profundas puestas al servicio de la persona, y no al ejercicio de una carrera descontrolada de crecimiento individual.

Para eso se necesitan médicos e investigadores bien formados, honestos y con sentimientos humanitarios. Y en el mundo contamos con muchos de ellos.
Pero para llegar a ello, la educación debe partir de una formación integral, que no descuide los aspectos bioéticos, que ahonde en las raíces más profundas de los conflictos y necesidades de avance, sin descuidar los valores de las personas.
Es preciso que la formación médica se funde en estos aspectos, para poder desarrollar una medicina digna de ser ejercida, con el cuidado y respeto que nuestra ciencia se merece.

Los que todavía creemos que esto es así y que puede ser posible, tenemos la responsabilidad de pronunciarnos frente al relativismo científico y ético, y a despertar inquietudes y propuestas que sean consecuentes a nuestros pensamientos.

Es preciso desarrollar programas de acción que den soluciones preventivas a los conflictos, especialmente a aquellos que llevan a la muerte como la salida expeditiva y solución de los problemas actuales.
Debemos dedicar más tiempo a la formación integral de los jóvenes antes de emitir tantas formulaciones dogmáticas que siempre tienden a cerrar puertas y oídos.
Sólo es cuestión de encontrar los espacios adecuados, las personas comprometidas y el tiempo suficiente para llevarlo a cabo.

Si no estaríamos trabajando en vano en esta profesión tan rica que merece nuestro respeto y admiración.

Dr. Fabián Romano
Presidente de FAMCLAM