ÉTICA Y CÉLULAS MADRE

Dr. José María Simón Castellví

Anterior Presidente de la FIAMC

Desde hace años y años asisto atónito a la periódica liturgia de la mayor parte de medios de comunicación occidentales afirmando, movidos por las personas interesadas en investigar con embriones humanos, que en un plazo de tiempo corto, los experimentos de clonación y la investigación con embriones humanos resolverán definitivamente los transtornos siguientes: el mal de Párkinson, la demencia de Alzheimer y la diabetes. Muchas veces se repite patéticamente este mismo orden en publicaciones escritas, radio, televisión o internet.

He sido 12 años presidente de la asociación de Médicos Cristianos de Cataluña (España, 1993-2005), he representado a mi asociación en la FEAMC (Federación Europea de Asociaciones Médicas Católicas, una rama continental muy importante de la FIAMC), he sido vicepresidente de la misma FEAMC y, durante ocho años, presidente de la FIAMC (2006-2014). Desde estas instituciones he contribuido a organizar congresos, simposios, reuniones, notas de prensa y artículos sobre la ética en la investigación.

En 2006, la Academia Pontificia para la Vida y la FIAMC invitamos al Vaticano al japonés Dr. Shinya Yamanaka, que luego sería Premio Nobel de Medicina y Fisiología. He leído mucha literatura científica, social y religiosa en diversas lenguas. He hablado personalmente con muchos investigadores y he visitado diversos centros de investigación. Además, las células madre adultas son muy fáciles de obtener del ojo, órgano del que soy especialista. Alguna cosa puedo aportar a mis colegas y a la sociedad en la delineación de la ética de las células madre.

En primer lugar nos hallamos ante la ética de la comunicación científica: en demasiadas ocasiones se presentan resultados preliminares como aplicables en la clínica. Ello es un fraude científico y daña a los pacientes que se creen tributarios de beneficiarse de los avances. Ha habido casos muy sonados de fraude en Asia y en la misma España. Una mayoría notable de medios de comunicación han abandonado todas las precauciones profesionales para lanzarse a defender lo que creen la población debe aceptar sin rechistar. Además de los lobbies interesados, supongo que algunos periodistas actúan de buena fe creyendo que hacen un servicio a la humanidad ocultando la información “de la otra parte”, desprestigiándola o minusvalorándola con apariencias asépticas y burlas más o menos explícitas.

Muchos medios de comunicación siguen insistiendo en la dicotomía células madre adultas versus embrionarias, olvidando que esta diferenciación ha sido superada por la IPSs (células madre pluripotenciales inducidas, que provienen de células adultas).

La ética de la distribución de los recursos económicos y humanos se halla también implicada y debe al menos comentarse. La investigación es cara y durante años y años se ha gastado dinero público y privado en líneas de investigación completamente hueras. Por ejemplo, tratando de células madre obtenidas después de la destrucción de embriones humanos.

La ética de la enseñanza de la Medicina se ha visto implicada, con una tendencia anticientífica y contraria a la Medicina de siempre y al sentido común, en la que se considera que no hay embarazo antes de la implantación del embrión en el útero.

Se ha pretendido clasificar la clonación humana en dos tipos completamente distintos en cuanto a su valoración pero exactamente iguales por lo que se está haciendo: una sería la clonación reproductiva (rechazada como reprobable sin muchas más consideraciones) y la otra sería la clonación terapéutica (una clonación en la que se fragmentaría el embrión para obtener líneas celulares supuestamente beneficiosas para los enfermos. En la actualidad, no se ha podido clonar a ningún ser humano adulto y la llamada clonación terapéutica no ha producido resultado terapéutico alguno.

La ética de la experimentación previa con animales. Antes de experimentar con seres humanos se deben agotar todas las posibilidades de investigación en animales (ratones, cerdos, simios). Se lo debemos a nuestra especie. Además, la experimentación con seres humanos sigue unas reglas muy concretas como la obtención de consentimiento o unas claras perspectivas de mejora terapéutica para la persona sujeta a experimentación (1).

La ética del respeto a la vida humana. En sentido estricto, el ser humano no tiene derecho a la vida. La vida es un regalo, un don, de Dios y de nuestros padres, y así es bueno que sea visto. Cuando hablamos del derecho a la vida, nos estamos refiriendo al derecho que tiene todo ser humano a no ser eliminado.

El embrión es uno de nosotros. No hay razones para afirmar que el cigoto, una célula con un potencial de crecimiento enorme y con carga genética distinta a la de la madre, no es un ser humano. Es más, tiene la dignidad de persona. Cuando se ha producido la fecundación, se produce un crecimiento continuo, coordinado y gradual que, si no es interrumpido, acabará siendo en unos meses un bebé en la cuna.

Los que no consideran como ser humano al embrión recién concebido y lo reconocen como humano después de la implantación, parecen no ver que la implantación es un proceso de toma de alimento para poder seguir creciendo. El embrión no cambia sustancialmente.

Muchos consideran al ser humano como tal cuando tiene forma humana o cuando dicen “es viable” fuera del claustro materno. Se trata de argumentos extremadamente débiles que ellos mismos olvidan cuando creen que debe realizarse un aborto con la finalidad que sea y en las semanas de gestación que sean.

Quien no respeta al ser humano microscópico, débil, enfermo o abandonado, está dando argumentos para ser eliminado cuando un poderoso lo quiera. Directamente o mediante dron interpuesto.

¡También el planeta Tierra aparece como una frágil y minúscula bolita en la inmensidad del Universo y en cambio contiene riquezas inefables!

(1) http://www.fiamc.org/bioethics/experimentacion-con-personas/