EL TRÁFICO DE PERSONAS Y DE ÓRGANOS

Dr. José María Simón Castellví

Presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas

(F.I.A.M.C.)

Recientemente ha tenido lugar en el Vaticano el primer simposio sobre tráfico de personas, nuevas esclavitudes y tráfico de órganos. Los organizábamos las Academias Pontificias de las Ciencias, de las Ciencias Sociales y la Federación de médicos que me honro en presidir. Ha sido una experiencia única ya que en la Casina Pío IV de los jardines vaticanos, un lugar paradisíaco, pudimos trabajar tranquilamente tanto científicos de altísimo nivel, expertos en leyes, policías y personas o asociaciones que trabajan día a día con las víctimas. El Señor Papa Francisco nos concedió una foto de grupo delante de la Domus Sanctae Marthae.

¿Cuáles son las novedades que ha aportado tal simposio (“workshop”? No nos hemos limitado a señalar lo ya sabido o simplemente a aportar datos para estudios sobre tráfico humano para prostitución, trabajos forzados o comercio de tejidos humanos. Hemos llegado a la convicción profunda y basada no solo en sentimientos sino en estudios y experiencia de campo, de que el tráfico de personas/prostitución es un crimen contra la humanidad. No se trata ya de pensar que sea un delito grave: ataca a la persona humana de manera devastadora.

La consideración de la trata de mujeres, varones o niños como algo insoportable y contra lo que se debe luchar sin contemplaciones ya fue expuesta por Benedicto XVI no hace mucho en unas palabras al embajador alemán. El entonces pontífice, a pesar de ser agustiniano, dejó claro que la prostitución no es un mal menor que se puede tolerar más o menos. ¡Se trata de un gran mayor! La comprensión actual de la gravedad de esta se puede considerar como un “cambio epocal”: la prostitución/trata debe ser combatida con todas las armas que tiene a su disposición el Estado de derecho, incluida la cooperación internacional.

La trata de personas para prostituirlas siempre se relaciona con la droga, con la violencia mafiosa y con el dinero negro que tiene que ser lavado. Es algo contrario a la más mínima dignidad de las personas y a la seguridad de los estados. Este cambio de época, con la consideración de los proxenetas -más o menos disfrazados de propietarios de salas de deporte o de restauradores- como criminales de toda la humanidad, permitiría condenas ejemplares, incautar sus bienes a favor de colectivos de víctimas y una mayor seguridad global.

Los cristianos, como los antiguos romanos, consideramos que hay cosas en la vida que están fuera del comercio. Son “res extra comercium”. Y así deben de seguir. Las relaciones sexuales de los esposos, la donación de órganos o sangre, los resultados de investigaciones médicas que a todos interesan son ejemplos de incomerciables que nos dignifican como sociedades.

Soy consciente de que hay que trabajar algo para que el Derecho internacional, que por su propia naturaleza es frágil y no dispone de medios para hacer cumplir las leyes, defina ya de una vez la trata humana como imprescriptible, perseguible en todos los casos y por todos los países, además de crimen de lesa humanidad.

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Declaración sobre el tráfico de personas  http://www.fiamc.org/texts/5962/