Desde santa Isabel de Hungría a las enfermeras mártires del cruel siglo XX: coraje y ternura, unidos

Día Mundial de la Enfermera: una lista de enfermeras santas, desde la Edad Media a nuestros días

Una enfermera en oración... desde su origen, la fe, la ciencia y las virtudes humanas se han dado la mano en este oficio muy especial

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Pablo J. Ginés/ReL

12 mayo 2020TAGS:

Desde 1974, se celebra el 12 de mayo como Día Internacional de la Enfermera, recordando la fecha de nacimiento de Florence Nightingale. Ella organizó a 38 mujeres en un servicio de enfermería eficaz para atender a los soldados en la Guerra de Crimea en 1854, lo que se considera el nacimiento de la enfermería moderna.

La influencia de la cultura cristiana en la enfermería es notable, y así lo reconoce el manual clásico de 500 páginas que leen los estudiantes de esta disciplina en español, Fundamentos de enfermería: Ciencia, metodología y tecnología, escrito por Eva Reyes Gómez en 1983, con una edición actualizada de 2015.

Rituales y espíritu de servicio de origen cristiano

“Se puede decir que el cristianismo dejó a la profesión la herencia del servicio, abnegación e interés para atender al necesitado y al enfermo con espíritu cristiano, así como el legado de los registros clínicos, tratamientos médicos y quirúrgicos, además del uso del uniforme, que hasta hoy usan la mayoría de las enfermeras en casi todo el mundo, incluyendo los rituales de la imposición de la cofia y el paso de la luz”, leemos en el manual.

“Las Cruzadas, a su vez, dejaron como herencia la disciplina militar, la atención al que sufre, el interés a la religión, la creación de la enfermería militar y la ceremonia de investidura”, añade el libro.

“A lo largo de la historia y todavía en tiempos modernos, los valores religiosos como vocación, abnegación y devoción al deber y al trabajo duro han dominado la enfermería, desde la formación en las aulas hasta la vida laboral”, explica el manual.

El precedente bíblico

En la Biblia hay palabras de elogio para los médicos en Eclesiástico 38, donde se anima al hombre prudente a rezar pero también a acudir al médico. “Da al médico, por sus servicios, los honores que merece, que también a él le creó el Señor. Pues del Altísimo viene la curación, como una dádiva que del rey se recibe. La ciencia del médico realza su cabeza, y ante los grandes es admirado. El Señor puso en la tierra medicinas, el varón prudente no las desdeña”, se lee en este texto (del que carecen las Biblias protestantes).

Sin embargo, no hay menciones a mujeres sanadoras o cuidadoras, excepto las nodrizas, que en varias ocasiones huyen con los niños que cuidan para evitar que sean asesinados (así sucede con el nieto del Rey Saúl, en 2 Samuel 4:4, o con Joás, hijo de Ocozías, en 2 Crónicas 22:11).

El caso más famoso y edificante es el de las parteras judías a las que el Faraón egipcio ordenó, en su omnipotencia como encarnación del poder político y religioso, matar a los bebés israelitas, para mantener su “control de población”. Pero ellas lo desobedecían y los niños seguían naciendo y viviendo. Desde entonces, estas mujeres son el modelo de defensa de la vida frente al poder en la civilización judeocristiana. 

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La patrona clásica de las enfermeras es Santa Águeda, una joven torturada hasta la muerte en el año 261 por el procónsul de Sicilia, Quintianus, rabioso con ella porque rechazaba sus requerimientos sexuales. Según la Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine (dominico recopilador de leyendas en el siglo XIII) le torturaron cortándole los pechos.

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Santa Águeda vista por Zurbarán; es un símbolo de la mujer
que renuncia a cosas buenas, como la maternidad o la vida misma,
para servir a Dios y a los demás

En cuadros y pinturas vemos a la santa ofreciendo sus pechos a Dios en una bandeja. Eso hizo que muchas mujeres la tomaran como protectora para problemas de lactancia, y por afinidad, por todo lo relacionado con la salud femenina y el cuidado de bebés.

Mujeres santas cuidando enfermos

Las mujeres siempre han cuidado a los enfermos de su familia o vecindario. Pero la enfermería implica organizarse para cuidar también a desconocidos.

En el manual de Eva Reyes señalan algunas mujeres medievales precursoras en ese sentido.

– Santa Hildegarda de Bingen (s.XII) fue una abadesa alemana, mística, poetisa, escritora… en sus viajes o en su monasterio trata con sabios y con enfermos, escribe y prescribe tratamientos, enseña a sus religiosas a cuidar y curar.

– Santa Isabel de Hungría (s.XIII) murió con sólo 24 años, pero se la recuerda por su dedicación a los enfermos. Hija del rey Andrés II de Hungría, se casó con el noble Luis de Turingia-Hesse en un matrimonio feliz. De espiritualidad franciscana, cuidaba enfermos en persona, usaba sus bienes y los de su marido para atenderlos y abrir hospicios. En la peste de 1226 creó un hospital de 28 camas en el castillo y visitaba personalmente a los enfermos cada día. Sus 3 últimos años de vida los dedicó a sus hospitales y enfermos, mostrando gran capacidad organizativa. El Papa Gregorio IX la canonizó 4 años después de su muerte.

– Santa Catalina de Siena (s.XIV) fue famosa como mística y diplomática, intentando negociar paces entre reyes y papas. Desde los 20 años se volcó en cuidar en enfermos, especialmente leprosos, que eran considerados muy contagiosos y sufrían más ostracismo social. Murió con 33 años.

Santas del Renacimiento y el barroco

– Santa Teresa de Ávila (s.XVI), fundadora de las carmelitas descalzas, escribió bastante sobre consejos de higiene, sueño, alimentación y reglas para las enfermeras de sus conventos. En sus fundaciones ordena: “Póngase enfermera quien tenga para este oficio habilidad y caridad”. “Reprueba en algunas ocasiones el uso de las sangrías porque debilitan en general, desconfía de las curanderas y recomienda a los médicos letrados, guarda recetas de jarabes y compuestos y manda a buscar a Sevilla las medicinas nuevas que llegan de las Indias”, leemos en el manual de medicina de Eva Reyes.

– Santa Luisa de Marillac (s.XVII) fue la fundadora en Francia, con San Vicente de Paúl, de las Hijas de la Caridad. Empezaron visitando y cuidando enfermos en casas, pero desde 1639 pasaron a atender un hospital en Angers en condiciones de epidemia: 100 camas en seis filas. En lo peor de la epidemia, había 2 o 3 enfermos por cama. Exigían trabajar sin “sirvientas”, es decir, sin asalariadas civiles ligadas al edificio, que en esa época tenían poco celo por los enfermos.

Luisa insistía en lavar a los enfermos pobres, cosa que en la época no era normal. «Os ruego que no se deje nunca de lavar los pies de los enfermos que entran, que se les lave la ropa y se los trate con gran dulzura y caridad: vuestra obligación es que tengan los remedios y el alimento a tiempo»; escribía. «No sé si tenéis la costumbre de lavar las manos de los pobres; si no lo hacéis, os ruego que os acostumbréis a ello», escribía en una época en que tanto lavado se consideraba cosa exclusiva de ricos.

El siglo XIX: guerras y pobreza

Se considera que la enfermería moderna nace en la Guerra de Crimea en 1854 con Florence Nightingale, aunque las religiosas en el siglo XIX solían recoger heridos entre las bombas o negociar intercambios de heridos y prisioneros. El siglo XIX fue también una época de creación de muchas congregaciones de cuidado de enfermos y pobres que pronto dieron el salto misionero a otros países. Ponemos algunos ejemplos españoles.

– La beata María Rafols (1781-1853) fundó en España las Hijas de la Caridad de Santa Ana, que hoy cuidan enfermos y pobres en 300 comunidades repartidas por los 5 continentes. Fue la primera mujer en pasar un examen de flebotomía en España, lo que la habilitaba legalmente a ella y a sus religiosas para realizar sangrías. Fue declarada heroína del sitio de Zaragoza por haber logrado del mariscal francés Lannes la posibilidad de atender a enfermos y heridos.

– Santa María Rosa Molas (Reus, 1815-Tortosa, 1876) fundó las hermanas de N.S. de la Consolación, hoy presente en 20 países. A los 26 años empezó a servir en el hospital de Reus y en la casa de la caridad. A los 29, durante el bombardeo de Reus de 1844, se postró a los pies del general Zurbano para obtener el fin de la violencia. «En el pobre y el enfermo ve al mismo Jesucristo», por eso le sirve con amor, ternura y «hasta devoción», se dijo de ella.

– La beata Ana María Janer (Cervera, 1800- Talarn, 1885) también sufrió la época de las guerras carlistas en España y disposiciones anticlericales. Empezó como hermana de la Caridad en el hospital de Cervera. En 1836 el gobierno liberal expulsó a las comunidades religiosas de las obras sociales y educativas por lo que Janer estuvo exiliada en Francia hasta 1844. En 1858, el obispo de Urgell la colocó como directora del hospital de la ciudad. Allí fundó su Instituto religioso, las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgel, que hoy actúan en 11 países.

– Santa Soledad Torres Acosta (1826-1887), madrileña, fue la fundadora de las Siervas de María, Ministras de los Enfermos, en 1851. Señalaba la imagen de Jesús yaciente como “Divino Enfermo” y decía: “Recuerden las Hermanas que los enfermos son imágenes vivas del Señor y sírvanles como al mismo Señor”. Treinta años después de su muerte, cuando en 1915, por primera vez en la historia de España, el Gobierno estableció un plan de estudios oficial para obtener el título de enfermera, 36 Siervas de María fueron las primeras enfermeras tituladas en España. Hoy tienen presencia en más de 20 países, especialmente de Hispanoamérica, aunque también en Camerún, Filipinas y Europa. Su historia ha sido popularizada por la película de 2016 Luz de Soledad.

– La venerable Teresa Gallifa (1850-1907) fundó en 1885 las Siervas de la Pasión para atender a embarazadas y niños pequeños, hoy con presencia en Cataluña, Valencia, Galicia, Camerún y México. De niña fue pastora de ovejas, después criada de un cura. Se casó, tuvo 5 hijos (la mayoría murió pronto), fue viuda pobre a los 32 años y comía en un asilo. Un médico la entrenó como comadrona y ella se presentó por libre a los exámenes oficiales obteniendo su título oficial de comadrona. Su objetivo era crear casas para embarazadas solas y en apuros. Formó a otras muchas siervas de la pasión en la acogida y el oficio de comadrona.

En los horrores del siglo XX

Con sus guerras mundiales y su fanatismo ideológico, el siglo XX combinó la medicina avanzada con las más crueles matanzas y genocidios. Laicas o religiosas, madres de familia o misioneras y consagradas, muchas enfermeras intentaron aliviar no solo el dolor natural sino el horror creado por los hombres. Seleccionamos algunas de diversos países.

– Las “enfermeras de Somiedo”, Octavia, Olga y Pilar (41, 23 y 25 años, respectivamente) asesinadas en octubre de 1936 en la Guerra Civil Española, ya han sido reconocidas como mártires por la Iglesia y solo falta su beatificación formal. Tienen un lugar especial y triste en la historia de la enfermería: es el primer caso conocido de enfermeras de Cruz Roja asesinadas premeditadamente por un bando en liza desde la fundación en 1863 de este organismo. El estupor internacional ante este caso inédito fue grande.

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Tenían 41, 23 y 25 años y pertenecían a las Hijas de María, las Conferencias de San Vicente de Paúl y a Acción Católica. Se habían presentado como voluntarias enfermeras de Cruz Roja y al avanzar las tropas del Frente Popular sobre Somiedo, en vez de huir, decidieron quedarse para no abandonar a sus heridos, confiando en Dios y en el símbolo de Cruz Roja. Las torturaron y probablemente violaron durante una noche y después las fusiló un pelotón que incluía a 3 mujeres milicianas.

– Santa María Restituta (Helen Kafka), austriaca, fue la única monja católica ejecutada por el régimen nazi tras un juicio acusada de traición. La arrestaron el Miércoles de Ceniza de 1942 por colocar en un pabellón nuevo de su hospital austriaco los crucifijos que los nazis prohibían. Desde los 19 años cuidaba enfermos y al finalizar la primera Guerra Mundial era jefa de enfermería quirúrgica de la iglesia-hospital de Mödling, en Viena.

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Santa María Restituta, monja enfermera austriaca decapitada por los nazis

Cuando se construyó una nueva ala del hospital, colgó crucifijos en todas y cada una de las nuevas habitaciones. Uno de los doctores, fanático nazi, denunció a la hermana y la Gestapo la detuvo cuando salía de la sala de operaciones. Le ofrecieron la libertad a cambio de abandonar la orden franciscana, pero ella se negó. Un año después de su detención, el Martes Santo de 1943, le cortaron la cabeza

– La beata Hanna Chrzanowska (1902–1973) era enfermera y oblata benedictina. De niña, estando enferma, apreció la delicadeza de las enfermeras. Su tía Sofía, enfermera y fundadora del hospital pediátrico de Varsovia, fue un modelo para ella. Durante la guerra de Polonia contra los bolcheviques atendió como voluntaria a los heridos. Luego, con 18 años, en 1920, empezó sus estudios de enfermería.

Fue profesora de enfermeras e higienistas en Cracovia de 1926 a 1929 y editora de la revista mensual “Polonia Enfermera” desde 1929 a 1939. Ayudó a crear la Asociación Católica de Enfermeras Polacas en 1937. Creó un sistema de visitas domiciliarias que llamó “enfermería abierta”.

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La beata Hanna Chrzanowska, enfermera y oblata benedictina

Los nazis detuvieron a su padre, que murió en el campo de concentración de Sachsenhausen, y los comunistas mataron a su hermano en la masacre oculta de Katyn. Ella en Varsovia organizó a las enfermeras para que atendieran a los enfermos en casas y ayudó a alimentar y emplazar a los refugiados de la guerra, incluyendo judíos. También se presentó como enlace entre el comité polaco de Cracovia para aliviar a las víctimas y las autoridades alemanas, al ser ella de ascendencia alemana por parte de madre.

Tras la guerra, fue un tiempo directora de una escuela de enfermeras psiquiátricas en Kobierzyn hasta que los comunistas la cerraron. Entonces se dedicó a atender como enfermera a los pobres de su zona parroquial. Su paisano, el cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla, la ayudó a organizar redes de enfermeras parroquiales desde 1957 y la acompañó a visitar enfermos. Cuando ella murió, ofició su funeral, ya como Papa.

– Las beatas mártires Caridad Álvarez y Esther Paniagua era misioneras agustinas en Argelia cuando fueron asesinadas por fundamentalistas islámicos en 1994. Esther tenía 45 años, y era de León. Caridad tenía 61 años, y era de Burgos. Se trata de un martirio reciente, recogido en los noticiarios de televisión a todo color. Caridad era especialmente atenta con los ancianos a los que visitaba y escuchaba.

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Esther era a la vez alegre y tímida, que prefería los gestos y las bromas a las palabras. Como enfermera se centraba en los niños discapacitados, los ancianos y los enfermos graves de cáncer. Sabían que había violencia y amenazas contra los cristianos, pero se negaron a abandonar su servicio con los enfermos argelinos.

– La beata María Troncatti es el último ejemplo que ponemos, representando a miles y miles de misioneras enfermeras en lugares remotos y difíciles, faros de luz, ciencia y fe en los siglos XIX, XX y XXI. Era italiana y en la Primera Guerra Mundial fue enfermera de Cruz Roja. Desde 1922 fue misionera en Ecuador con las hermanas salesianas. Junto a otras dos hermanas comenzó la labor evangelizadora entre el pueblo nativo shúa, en la selva, entre fieras, enfermedades y crecidas de río.

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Las poblaciones de Macas, Sevilla de Don Bosco, Sucúas, son algunos de los “milagros” del trabajo de Sor María Troncatti que todavía florecen. Allí fue enfermera, cirujana, ortopedista, dentista, anestesista y evangelizadora. Murió en un trágico accidente aéreo en Sucúa, el 25 de agosto de 1969 y fue beatificada en 2012.

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