Asociación de Médicos Jérôme Lejeune: médicos con la ayuda de Dios

Un grupo de médicos jóvenes católicos ha creado una asociación para apoyarse mutuamente en las dificultades propias de la práctica sanitaria y acompañarse en el camino de santidad al que Dios los llama a través de esta vocación de servicio a las personas en un momento de máxima vulnerabilidad: la enfermedad.

Por Isis Barajas / Fotografía:  Iván Jaques

 “Unos ojos con más daños que años me miraban pidiéndome ayuda. Estaba desarmada, intenté recordar algo de lo que había memorizado en la carrera, busqué en mi cabeza algún esquema, alguna clase magistral, y lo único que recordé haber aprendido del sufrimiento fue cuál era el pH de una lágrima. Me sentía indefensa y estafada (…)”. Así rezaba la carta de Sara Yebra Delgado, una médico entonces en su segundo año de residencia, que se hizo viral en 2016. En ella reflejaba lo que viven tantos médicos recién salidos de la universidad cuando se enfrentan a un sufrimiento grave por parte de sus pacientes. Nadie los ha preparado para tocar tan de cerca y tan diariamente el dolor humano. Y es que esa vocación de servicio por la que iniciaron sus estudios se ve pronto probada al crisol de la práctica médica real, con toda su crudeza. 

Es esta también la experiencia de Paula Arias, actualmente médico residente de Pediatría en el Hospital Universitario La Paz, de Madrid: “El primer verano que trabajé en las urgencias de pediatría “vi que aparecían en mí un montón de cansancios y desmotivaciones que me impedían ser el médico que quería ser durante la carrera. Yo pensaba que lo de ver a Cristo en los enfermos me iba a salir solo pero luego no era así. En los momentos de mayor agotamiento y en las guardias perdía con facilidad la paciencia con los pacientes, sus padres e incluso con mis compañeros”.

“Pensé que lo de ver a Cristo en los enfermos me iba a salir solo, pero luego no era así…”

Esperanza que va más allá

Los sanitarios tienen una tasa de prevalencia de desgaste profesional o burnout muy alta. Uno de cada cuatro médicos en España sufre este síndrome, según un estudio publicado en 2024 por el Instituto de Salud Carlos III. ¿Cómo mantener la esperanza cuando se ve tanto sufrimiento? ¿De dónde sacar el coraje para comunicar un diagnóstico mortal? ¿Cómo sobrevivir al agotamiento físico y mental de una guardia de 24 horas? ¿Cómo mirar con cariño a cada paciente cuando se ve a uno detrás de otro sin descanso? ¿Cómo tocar el dolor tan de cerca sin salir también herido?

“En la universidad habíamos creado una asociación sobre Bioética para formarnos en estos temas”, relata Paula Arias, “pero me di cuenta de que los retos a los que nos enfrentábamos en el día a día iban mucho más allá”. Cuando se piensa en un médico católico generalmente se reduce su identidad al campo de la Bioética. Y aunque es cierto que los cristianos se enfrentan a grandes dificultades en este campo, muchos de ellos, por el carácter de su especialidad, quizás nunca se vean ante un dilema de estas características y, sin embargo, viven otros retos donde también se juega su vocación cristiana. 

Con el deseo de dar respuesta a los desafíos de la práctica médica desde la fe católica, la doctora Arias, junto a otros profesionales, decidió crear hace un año la Asociación de Médicos Jérôme Lejeune. Esta entidad fue para Paula la respuesta a  “una necesidad que tiene el Señor de juntarnos para que nos acompañemos mutuamente en todas esas situaciones de sufrimiento que afrontamos, en tantos dilemas éticos y en el desgaste físico y emocional que vivimos”.  Por otro lado, recalca que “esta asociación pretende ser una red de apoyo mutuo para aquellos médicos que quieran recuperar el entusiasmo por el verdadero sentido de nuestra vocación médica y custodiar esa llamada que sentimos en nuestra juventud a servir al hombre en su debilidad. En definitiva, pretende ser un lugar de refugio donde se cumpla lo que dice el Evangelio: ‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, a descansar un poco’”.

Esta asociación custodia la llamada de los médicos a servir al hombre en su debilidad

Servidores de la Vida

La identidad de la asociación queda recogida en el Juramento de los Servidores de la Vida que escribió el profesor Jérôme Lejeune para la Academia Pontificia para la Vida y que todos los médicos que ingresan en la entidad deben asumir públicamente. En él se manifiesta que  “todo miembro de nuestra especie es una persona”  y que  “la devoción que cada uno merece no depende ni de su edad ni de la enfermedad que pudiera sobrevenirle”.

Para Paula Arias, presidenta de la asociación, la misión de todo médico católico “es ver a Cristo en el enfermo y ser consciente de cómo Dios lo ama y la dignidad enorme que esto le confiere. El juramento de Jérôme Lejeune nos coloca como servidores de los hombres en un momento de mucha vulnerabilidad como es la enfermedad. Debemos ser conscientes de que entramos en un terreno sagrado que es la intimidad del otro, por lo que tenemos que acercarnos con una humildad muy grande”.

La asociación cuenta ya con más de cien socios, muchos de ellos residentes, estudiantes o médicos jóvenes, pero también otros que llevan muchos años de práctica médica a sus espaldas como,  por ejemplo, los ginecólogos José Ignacio Sánchez MéndezSonsoles Alonso y el alergólogo Ricardo Abengózar,  miembros de la junta directiva. Además de un congreso que organizó en febrero, la asociación convoca encuentros de formación, retiros de oración y momentos de adoración eucarística. “Estamos a disposición del Señor para hacer lo que Él vaya queriendo con esta asociación”, explica su presidenta. El horizonte es claro: “Ser una ayuda para todos aquellos médicos que quieren imitar a Cristo como verdadero médico de cuerpos y almas y que saben reconocer con humildad que este camino sólo pueden recorrerlo con Su ayuda”.  

Una elección de Dios
La imagen del Cireneo es para Paula Arias de gran ayuda para explicar la vocación del médico: “De repente te dicen que te pongas debajo de la cruz que lleva una persona; no sabes quién es y hace un segundo su vida no te importaba en absoluto, pero ahora quedas unido a él de por vida. Obviamente, el que está sufriendo lo indecible es el enfermo, pero la cruz la lleváis los dos”. Simón de Cirene es elegido a dedo para ayudar a Jesús, al igual que lo es cada médico con su paciente: “Dios nos ha llamado a esta vocación, por lo que parte de nuestra santidad se juega aquí”, añade Arias.
El urólogo Felipe Villacampa incidió en esta idea durante una mesa redonda que tuvo lugar durante el I Congreso Nacional de la Asociación de Médicos Jérôme Lejeune el pasado mes de febrero, bajo el título “Médicos con la ayuda de Dios”. El doctor explicó que, en ocasiones, en concreto en las cirugías, se cometen errores o daños irreversibles que sumen al profesional en una gran frustración. Sin embargo, Villacampa explicó que “debemos tener presente que nunca estamos solos en el sufrimiento, porque Dios mismo nos ha elegido de modo particular para estar con ese paciente, incluso con todos nuestros defectos”. Así que cuando las cosas no salen bien, Villacampa aconseja, “en primer lugar, contar la verdad porque es el modo de amar al paciente, y después, rezar por él y pedir a otros que recen por nosotros también”. En los peores momentos, añade el doctor, “el médico está llamado siempre a dar alguna esperanza al paciente como Cristo hizo con Dimas, a quien, por cierto, no bajó de la cruz: ‘Hoy estarás conmigo en el Paraíso’”.  Para más información: medicoslejeune.es

Artículo publicado en la edición número 76 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.

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