CAMBIO DE ESTRUCTURAS, CAMBIO DE CORAZÓN

En “La alegría del Evangelio” del Papa Francisco

Si el hombre no cambia por dentro, no cambiamos, y no se regenera su sentido de justicia y de sentir cercanos a quienes padecen estructuras sociales y económicas injustas, todo cambio de estructuras externas, no pasará, entonces, de ser un cambio de escaparate, en que nuevos opresores, iguales o peores, sustituirán a los anteriores.

Dice así el Papa: “Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras, tarde o temprano, se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces” (“Evangelii gaudium, nº 189).

Hemos asistido, y se vuelve a caer en el mismo espejismo, a que se sostuviera que el cambio de estructuras socioeconómicas externas a cualquier precio, sería como una varita mágica que solucionaría todos los problemas del hombre oprimido. Y, como se supone que eso lo soluciona todo, cualquier medio sería bueno para lograrlo, aunque fuera la violencia o la mentira (comunismos de diversos tipos, incluidos los propiciados por ciertas teologías de la liberación).

La realidad histórica es que así se han generado dictaduras aún peores, corrupción más intensa y opresión aún más grave. Si este cambio de estructuras se convierte en ídolo, este ídolo exigirá víctimas humanas que son sacrificadas sin escrúpulos por estos falsos redentores del hombre.

Mas dejado claro lo anterior, también es cierto que no existirá un verdadero cambio de corazón a favor de nuestros hermanos que sufren, si no procuramos, con medios lícitos, transformar las estructuras injustas, que el magisterio de la Iglesia ha llamado “estructuras de pecado”.

Un ejemplo histórico de tales estructuras sería la existencia de la esclavitud. No pocos santos de aquella época cuidaron como a hermanos a los esclavos. Pero también es cierto que la abolición de la esclavitud mejoró hacia condiciones de vida más humanas, la vida de muchas personas. Si nuestro corazón se ha convertido realmente no sólo ayudaremos al esclavo, sino que procuraremos acabar con la esclavitud. Y en nuestros tiempos nuevas estructuras injustas oprimen a los hombres. Citemos sólo el paro generalizado, mientras aumenta la riqueza de los más ricos.

Dice el Papa (nº 188): “En este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: “¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6, 37), lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos”.

Está muy bien que se denuncie la idolatría de la revolución, de la solución mágica de todos los problemas con el cambio a cualquier precio de las estructuras. Pero hemos de evitar caer en el error contrario: no hacer nada para acabar, con medios lícitos, con las injusticias sociales.

Y comenta el Papa (nº 194): “porque a los defensores de la “ortodoxia” se dirige a veces el reproche de pasividad, e indulgencia o de complicidad culpables, respecto a situaciones intolerables y a los regímenes políticos que las mantienen” [Citado por el Santo Padre de “ Libertatis nuntius” (6-8-1984, Congregación de la Doctrina de la Fe)]

También el Papa extensamente desmiente toda mitificación del libre mercado, como si éste, abandonado a sí mismo, solucionara automáticamente todos los problemas de la sociedad: Ni hay que hacer un ídolo del Estado, ni hay que hacer un ídolo del Mercado. Comenta el Papa (nº 204): “Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado”.

Y concluyamos con un aspecto esencial: Si la Iglesia, desde siempre, ha mantenido la “opción preferencial por los pobres”, hay que plantearse en que se ha de traducir esa opción. No se pueden olvidar las necesidades espirituales de los más desfavorecidos, como si sólo se tratara de asistirles materialmente. Dice el Papa (nº 200): “La opción preferencial por los pobres ha de empezar por sus necesidades espirituales”. “La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria”. En efecto, si amamos realmente a los pobres amaremos aún más su alma que su cuerpo, aunque sin descuidar este último.

Javier Garralda Alonso  (Para la F.I.A.M.C.)

——————————————————-