Nos hemos reunido hoy en la basílica de Santa María del Mar para dar gracias al Señor por una noticia que llena de alegría a toda la Iglesia: la beatificación, el pasado 30 de abril, del primer laico venezolano, el Dr. José Gregorio Hernández, médico de los pobres.

1. Un científico comprometido con su pueblo

El beato José Gregorio nació en 1864 en el seno de una familia cristiana. Su madre falleció cuando él tenía tan solo ocho años. Sus padres le enseñaron a amar a Cristo y a la Virgen y a ser generoso con los más necesitados. Su padre trabajó un tiempo como boticario en su pueblo. Cuentan que cuando alguien no le podía pagar, no le cobraba nada y lo despedía con un: «Otro día será; vaya con Dios y que se mejore pronto».

Cuando tenía trece años fue a estudiar a Caracas. Afirman sus biógrafos que nuestro beato tenía en un principio la intención de cursar Derecho. Sin embargo, su padre le aconsejó que estudiara Medicina porque podría ayudar mucho más a sus paisanos. 

El Dr. José Gregorio estudió Medicina en Venezuela y completó sus estudios en Francia y en Alemania. Llegó a ser un gran biólogo y médico, y aunque recibió muchas ofertas de trabajo de los mejores hospitales de Europa, decidió regresar a Venezuela. El Dr. José Gregorio quiso dedicar su vida a velar por la salud de la gente de su amada tierra. Nuestro beato es el servidor bueno y fiel del que nos habla el Evangelio (cf. Mt 25, 23). 

Su ejemplo nos anima a poner al servicio de los demás los talentos que Dios nos ha dado. Él ha sembrado en cada uno de nosotros capacidades personales y únicas. Dejemos que se manifiesten esos talentos.

2. Un hombre de fe

José Gregorio fue un hombre de una fe profunda. Oraba y asistía a misa diariamente. De su relación con Cristo sacaba las fuerzas que necesitaba para vivir y para sobrellevar todas las contrariedades. Llevó a su vida las palabras de san Pablo: «Todo lo puedo en aquel que me conforta» (Flp 4, 13).

Su madre le ayudó mucho en su vida de fe. El Dr. José Gregorio siempre recordaba uno de los consejos que le dio su madre cuando era niño y que también nos puede servir a nosotros. Su madre le decía a menudo: «Cada mañana ofrece a Dios todo tu día. Mientras trabajas o viajas, acostúmbrate a decir pequeñas oraciones. Cuando sufras, dedica a Dios tus sufrimientos y nunca te acuestes sin rezar un padrenuestro o un avemaría».

3. El médico de los pobres

José Gregorio fue un hombre bueno, un auténtico testimonio de caridad, solidaridad y fe en Cristo. Sentía una gran compasión por los enfermos y vulnerables. Quisiera compartir con vosotros dos anécdotas de su vida.

El Dr. José Gregorio tenía en su consulta una bolsa llamada el «cepillo de los pobres», donde los pacientes podían tomar el dinero que necesitaran para comprar medicinas o alimentos. Tampoco cobraba la visita a los que no tenían con qué pagarle. Explican sus biógrafos que un día nuestro beato le dijo a su tía: «la mayoría de estas personas no tienen recursos; no les voy a negar la consulta y no les voy a hacer pasar por la pena de decirme que no tienen dinero. Dios ayudará».

Un día, el Dr. José Gregorio fue a visitar a un niño muy enfermo. Vivía en una casa humilde. Después de la visita el doctor salió de la casa y regresó al cabo de un rato cargado de alimentos, chucherías y un juguete. Habló y jugó un rato con el niño y ambos rieron. Cuando el buen doctor habló con sus padres les dio un diagnóstico claro. El Dr. José Gregorio les dijo: «su hijo tenía ’tristeza de la miseria’, pero con estas medicinas que le he dado se ha puesto bueno».

4. Un beato muy querido

El Dr. José Gregorio falleció el 29 de junio de 1919. Fue atropellado por un coche cuando regresaba de comprar medicinas para una paciente. Casualmente su muerte fue similar a la del laico Antoni Gaudí, arquitecto de la preciosa basílica de la Sagrada Familia. Gaudí fue atropellado por un tranvía el año 1926.  Llamado «el arquitecto de Dios» por su profunda fe, Gaudí se encuentra actualmente en proceso de beatificación.

El entierro del Dr. José Gregorio paralizó a toda la ciudad de Caracas. El féretro fue trasladado desde su casa hasta la Catedral. Una vez allí una multitud de pacientes, de pobres y de gente del pueblo cargaron con el féretro a la vez que gritaban: «El Doctor Hernández es nuestro».

El Dr. Hernández es de todos los venezolanos. Sin embargo, su testimonio ha ido más allá de las fronteras de su país. El Dr. Hernández es de todos aquellos que aman a Cristo y tratan de servirlo a través de los más pobres y necesitados.

Su testimonio puede ser un bálsamo para curar las heridas de la crisis sanitaria y social que estamos viviendo y de manera acuciante en vuestra patria. Si seguimos su ejemplo, trabajaremos unidos por la salud y el bienestar de todos los hombres y mujeres de nuestro mundo.

Queridos hermanos y hermanas, roguemos a Nuestra Señora de Coromoto, patrona de los venezolanos, que renueve nuestra fe y que ayude a todos los venezolanos a salir adelante. Que el testimonio del beato José Gregorio nos ayude a trabajar por un mundo más humano, más justo y más fraterno. Confiamos a su intercesión la superación de la grave situación social, económica y política que padece Venezuela. Dios os bendiga a todos.

+ Card. Juan José Omella Omella

Arzobispo de Barcelona

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La FIAMC, agradecida por el Dr. José Gregorio Hernández – F.I.A.M.C.