Pope: No aid institution can replace human compassion

In an address to the participants of the IV Seminar on Ethics in Health, Pope Francis stresses the importance of forming a bond of profound humanity between health workers and their patients.
By Francesca Merlo

Pope Francis based his speech around 3 key words: miracle, care and trust. These three words are very valuable in a world in which health in general “and particularly in Latin America, is living through an era marked by the economic crisis”, said the Pope.

A brother in every face

With regards to the first word, ‘miracle’, the Pope said, “Those responsible for the institutions will tell me, and rightfully so, that we cannot perform miracles”. But, he explained, a miracle is not doing the impossible. A miracle is looking at an ill, helpless person and seeing a brother.

The Pope explained that “we are called upon to recognise the immense value of every person’s dignity, as a human being, as a son of God”. This, cannot fix every hitch of society, but it can “clear the way for change”, in our minds and in our society.

The value of giving and receiving love

The second word: care. Because curing an ill person does not simply involve applying pharmaceuticals. “We know that when someone who is terminally ill is in serene, human company, they perceive this solidarity.” Even in these difficult cases, when the person can feel such love, respect and acceptance, the value of their being becomes their capability to give and receive love, not their productivity”, said Pope Francis.

One’s life in the hands of another

The final word is ‘trust’. Pope Francis’ first example, is “the trust the ill person has in themselves, that they will get better”. Of no less importance is the worker, who must be able to work in a serene atmosphere, in trusted surroundings.

“Placing yourself in the hands of someone else, especially when your life is at risk, is very difficult” said Pope Francis. The relationship between a doctor and their patient has always been based on responsibility and loyalty.

Carrying hope to those who need it most

“We must fight to keep this deeply human bond whole” said Pope Francis. “No aid institution alone can take the place of a human heart, nor that of human compassion.”, he said, quoting Pope Saint John Paul II.

Pope Francis concluded by urging those present to carry hope and happiness to as many families as possible who, perhaps, have none.

………………………………………

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL IV SEMINARIO DE ÉTICA EN EL GERENCIAMIENTO DE LA SALUD

Sala del Consistorio
Lunes, 1 de octubre de 2018

Excelencias, señoras y señores:

Les doy la bienvenida a este encuentro y agradezco a Mons. Alberto Bochatey, O.S.A., Obispo auxiliar de La Plata, Presidente de la Comisión de Salud de la Conferencia Episcopal Argentina, al señor Cristian Mazza, Presidente de la Fundación Consenso Salud, y a los entes que representan, por la oportunidad de este seminario que, con el auspicio de la Pontificia Academia para la Vida, se organiza para afrontar temas del ámbito de la salud que tienen gran relieve en la sociedad, desde una reflexión ética basada en el Magisterio de la Iglesia.

El mundo de la salud en general, y particularmente en América Latina, vive una época marcada por la crisis económica; y puede hacernos caer en el desaliento las dificultades en el desarrollo de la ciencia médica y en el acceso a las terapias y medicinas más adecuadas. Pero el cuidado de los hermanos abre nuestro corazón para acoger un don maravilloso. En este contexto les propongo tres palabras para la reflexión: milagro, cuidado y confianza.

Los responsables de las instituciones asistenciales me dirán, con razón, que no se pueden hacer milagros y hay que asumir que el balance coste-beneficio supone una distribución de los recursos, y que las asignaciones vienen condicionadas además por infinidad de cuestiones médicas, legales, económicas, sociales y políticas, además de éticas.

Sin embargo, un milagro no es hacer lo imposible; el milagro es encontrar en el enfermo, en el desamparado que tenemos delante, a un hermano. Estamos llamados a reconocer en el receptor de las prestaciones el inmenso valor de su dignidad como ser humano, como hijo de Dios. No es algo que pueda, por sí solo, deshacer todos los nudos que objetivamente existen en los sistemas, pero creará en nosotros la disposición de desatarlos en la medida de nuestras posibilidades y, además, dará paso a un cambio interior y de mentalidad en nosotros y en la sociedad.

Esta conciencia —si está profundamente arraigada en el substrato social— permitirá que se creen las estructuras legislativas, económicas, médicas necesarias para afrontar los problemas que vayan surgiendo. Las soluciones no tienen por qué ser idénticas en todos los momentos y realidades, pero pueden gestarse con la combinación entre lo público y privado, legislación y deontología, justicia social e iniciativa empresarial. El principio inspirador de este trabajo no puede ser otro que la búsqueda del bien. Este bien no es un ideal abstracto, sino una persona concreta, un rostro, que muchas veces sufre. Sean valientes y generosos en las intenciones, planes y proyectos y en el uso de los medios económicos y tecno-científicos. Aquellos que se beneficien, especialmente los más pobres, sabrán apreciar sus esfuerzos e iniciativas.

La segunda palabra es cuidado. Curar a los enfermos no es simplemente la aséptica aplicación de medicamentos o terapias apropiadas. Ni siquiera su sentido primigenio se limita a buscar el restablecimiento de la salud. El verbo latino “curare” quiere decir: atender, preocuparse, cuidar, hacerse responsable del otro, del hermano. De eso tendríamos que aprender mucho los “curas”, pues para eso nos llama Dios. Los curas estamos para cuidar, curar.

Esa disposición del agente sanitario es importante en todos los casos, pero tal vez se percibe con mayor intensidad en los cuidados paliativos. Estamos viviendo casi a nivel universal una fuerte tendencia a la legalización de la eutanasia. Sabemos que cuando se hace un acompañamiento humano sereno y participativo, el paciente crónico grave o el enfermo en fase terminal percibe esta solicitud. Incluso en esas duras circunstancias, si la persona se siente amada, respetada, aceptada, la sombra negativa de la eutanasia desaparece o se hace casi inexistente, pues el valor de su ser se mide por su capacidad de dar y recibir amor, y no por su productividad.

Es necesario que los profesionales de la salud y cuantos se dedican a la asistencia sanitaria se comprometan en una continua actualización de las necesarias competencias, de modo que siempre puedan responder a la vocación como ministros de la vida. La Nueva Carta de los Agentes Sanitarios (NCAS) es un útil instrumento de reflexión y trabajo para ustedes, y es un elemento que puede ayudar en el diálogo entre las iniciativas y proyectos privados y estatales, nacionales e internacionales. Este diálogo y trabajo conjunto enriquece concretamente las prestaciones de salud y sale al encuentro de tantas necesidades y emergencias sanitarias de nuestro pueblo latinoamericano.

La tercera palabra es confianza, que podemos distinguir en varios ámbitos. Ante todo, como ustedes saben, es la confianza del propio enfermo en sí mismo, en la posibilidad de curarse, pues ahí estriba gran parte del éxito de la terapia. No menos importante es para el trabajador poder realizar su función en un entorno de serenidad, y ello no puede separarse de saber que está haciendo lo correcto, lo humanamente posible, en función de los recursos a disposición. Esta certeza se debe basar en un sistema sostenible de atención sanitaria, en el que todos los elementos que lo conforman, regidos por la sana subsidiariedad, se apoyan unos en otros para responder a las necesidades de la sociedad en su conjunto, y del enfermo en su singularidad.

Ponerse en las manos de una persona, sobre todo cuando está en juego la vida, es muy difícil; sin embargo, la relación con el médico o enfermero se ha fundamentado siempre desde la responsabilidad y la lealtad. Hoy, por la burocratización y complejidad del sistema sanitario, corremos el riesgo de que los términos del “contrato” sean los que establezcan esa relación entre el paciente y el agente sanitario, rompiendo de esta manera esa confianza.

Debemos seguir luchando por mantener íntegro este vínculo de profunda humanidad, pues ninguna institución asistencial puede por sí sola sustituir el corazón humano ni la compasión humana (cf. S. Juan Pablo II, M.P. Dolentium hominum, 11 febrero 1985; NCAS, 3). Por tanto, la relación con el enfermo exige respeto a su autonomía y una fuerte carga de disponibilidad, atención, comprensión, complicidad y diálogo, para ser expresión de un compromiso asumido como servicio (cf. NCAS, 4).

Los animo en su tarea de llevar a tantas personas y a tantas familias la esperanza y la alegría que les falta. Que nuestra Virgen santa, Salud de los Enfermos, los acompañe en sus ideales y trabajos, y ella que supo acoger la Vida, Jesús, en su seno, sea ejemplo de fe y de valentía para todos ustedes. Desde mi corazón, los bendigo a todos. Que Dios Padre de todos les dé a cada uno la prudencia, el amor, la cercanía al enfermo para poder cumplir su deber con grande humanidad. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.

© Copyright – Libreria Editrice Vaticana